El caso más morboso del verano

Daniel Sancho entra en prisión provisional después de haber confesado el asesinato Gente
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El gran esperpento televisivo de agosto es el caso de Daniel Sancho, el chef español que habría asesinado y desmembrado a Edwin Arrieta, un cirujano estético colombiano que compartía con él un viaje a Tailandia. Hace ya una semana del crimen y las televisiones españolas se han volcado de lleno manteniendo unos patrones narrativos comunes.

Recreación visual en el asesino. El aspecto físico de Sancho es un factor clave. Joven, atlético, estética surfera e impresión de una economía holgada. La apariencia del “chico perfecto” y el horror de sus actos tienen un componente morboso añadido.

La dualidad del paisaje. Las imágenes de Sancho declarando en bañador, gorro y gafas de sol mientras remoja los pies en la playa es inaudita en un contexto delictivo. También las escenas de un resort tropical de lujo como entorno del crimen. Un destino turístico paradisíaco y, a su vez, un país con un régimen político y judicial oscuro y complejo. La existencia de la pena de muerte y las cárceles con los internos en condiciones inhumanas añaden sensacionalismo y dramatismo al relato.

Debate escabroso. Aunque las características del asesinato y las pruebas de la investigación son bastante concluyentes, el caso ha derivado en la tertulianización. Colaboradores inexpertos en medicina forense cuestionan el tiempo que hay que invertir en desmembrar un cadáver o limpiar una habitación llena de sangre. Por otra parte, existe una evidente condescendencia con el asesino confeso por tratarse del hijo de un famoso actor.

Elementos narrativos subliminares. “Daniel Sancho salta, Daniel Sancho grita. Veinticuatro horas después de que el colombiano perdiera la vida, Daniel Sancho, feliz en Tailandia”, dice la voz en off de un reportaje mientras muestran fotografías en actitud sensual del acusado. También se realizan alusiones implícitas e insinuaciones a un determinado tipo de turismo sexual y a aspectos de la relación entre los protagonistas. Se insiste en preguntar a varios testigos que vieron a Sancho si iba acompañado de hombres o mujeres. Se asiste a un gimnasio de muai thai, deporte practicado por el acusado, para explicar el poder letal de ese arte marcial.

Detalles ficcionados. Algunos reportajes han recreado el proceso de compra de cuchillos y la operación de limpieza de la escena del crimen. Las imágenes se combinan con grabaciones reales de las cámaras de seguridad que demuestran la implicación de Sancho en su caso.

Sensacionalismo cruel. En Telecinco, un reportero conectaba desde un vertedero en el que habrían encontrado partes del cuerpo del cadáver. Ahí trabaja gente muy joven separando los desechos con las manos. “Encima de trabajar en estas condiciones, lo hacen sin dejar de sonreír”, dice el reportero. La cámara hace planos detalle de los sacos llenos de moscas y de los rostros de los trabajadores. “Trabajan por un euro la hora”, comenta mientras les señala con el micrófono y explica lo que habrían encontrado dentro de una bolsa.

El caso Sancho no es solo una historia escabrosa en un contexto exótico. También posibilita un relato con el añadido de estigmas por razones de raza, sexualidad y cultura que tanto gusta a tertulianos y presentadores de los magazines de las telas privadas.

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