Homenotes y danzas

Cinco décadas por pasar de tres a 40.000 empleados

El estadounidense Dannie Heineman fue una pieza clave en la Barcelona Tramways y la Barcelona Traction

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Dannie Heineman 1872-1962

En noviembre de 1952 se celebró una reunión en Bruselas con la asistencia de ministros, políticos de alto nivel, representantes de las principales empresas eléctricas y la élite de las finanzas mundiales. ¿Qué debían decidir? Nada. En realidad se encontraban para celebrar el 80 aniversario de uno de los directivos más relevantes de la historia empresarial del continente: Dannie Nausbam Heineman. Tres años más tarde, después de cincuenta justos al frente de la multinacional que dirigía, Heineman dejaba el cargo y se jubilaba.

No es nada habitual que alguien sea capaz de mantenerse como primer ejecutivo de una gran compañía durante cinco décadas, pero este es el caso del estadounidense Heineman con Sofina (Sociedad Financière de Transports et d 'Enterprises Industrielles), el holding belga que agrupaba participaciones industriales de los grandes capitales alemanes. Su historia empezó al llegar a Europa -la tierra de sus padres- para estudiar ingeniería. Con el título bajo el brazo, en 1895 entró a trabajar en UEG, compañía gemela de AEG y filial de General Electric, resultado a su vez de la fusión entre la firma de Edison y la empresa Thomson. En 1900 pasó a dirigir la Union Electrique como paso previo a su salto, cinco años más tarde, en Sofina, donde entró como director general de lo que era entonces una pequeña firma de inversiones en empresas industriales.

Justo con la entrada de Heineman en Sofina, la compañía belga absorbió la Barcelona Tramways, que hasta entonces tenía capital británico y que es el embrión del actual TMB. De la actividad del directivo en Barcelona surgieron dos relaciones clave en el mundo de los negocios. Por un lado, el marqués de Foronda, hombre de confianza de Heineman y director de la compañía de tranvías de la capital catalana, en ese momento rebautizada como Les Tramways de Barcelone. Por otro lado, un joven abogado ampurdanés llamado Francesc Cambó Batlle, destinado a formar parte en un futuro del entramado de los negocios de Heineman y del gran capital germánico.

En 1913, Heineman hizo su primer intento de controlar la Barcelona Traction, pero las negociaciones con su fundador, Frederick S. Pearson, no llegaron a buen puerto. Lo que sí salió bien, y que hizo rico a Cambó, fue la creación en 1920 de Chade, la compañía diseñada para gestionar el suministro eléctrico de Buenos Aires. Heredera de la Cate (propiedad de AEG), su constitución fue un hábil movimiento por parte de los grandes empresarios alemanes para esquivar el expolio que les esperaba fruto del Tratado de Versalles. Uno de los cerebros de la operación fue Heineman, que encontró en Cambó el perfil ideal para liderar la empresa: era una persona de confianza desde los tiempos de la compañía de tranvías y, sobre todo, pertenecía a un país neutral durante la Primera Guerra Mundial.

En 1924 Heineman hizo el segundo intento por apropiarse de la Barcelona Traction aprovechando uno de los frecuentes impagos de deuda de la empresa. En este caso, el asalto se produjo a través de Sidro (Sociedad Internationale de Energie Hydro-Électrique), un holding montado entre él y el banquero Alfred Loewenstein. Esta vez, el intento fue exitoso y Heineman pasó a ser el gran jefe de la eléctrica catalana. No sería, sin embargo, el último viaje de la compañía, porque años más tarde el talento de Carles Montañés (fundador de la empresa) y el dinero de Joan March se uniría para apropiarse de la codiciada firma eléctrica.

En todo caso, el peso de Sofina en la economía fue tan destacado durante décadas que una revista estadounidense en 1945 le dedicó un reportaje bajo el título “How Sofina runs the world ”. Todo ello, bajo el mandato de Heineman, que logró configurar una cartera de participadas inigualable, básicamente en los sectores de la energía y de los transportes. De los tres trabajadores en nómina en 1905 había pasado a los 40.000 de 1955. Hoy Sofina sigue existiendo, aunque ya no tiene el poder de los tiempos de Heineman. Cotiza en bolsa con la mayor parte del capital en manos de la familia Boël, una de las principales fortunas de Bélgica.

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