Epic fails

Commodore: el gigante informático que no se supo reiniciar

Pese a liderar el mercado de los PC, la marca se derrumbó cuando IBM liberó su sistema

2 min
Commodore: el gigante informático que no se supo reiniciar

En 1928, en la ciudad polaca de Łódź, nació Jack Tramiel. Poca gente ha oído hablar de ello, pero si hubiera jugado bien sus cartas quizás hoy su nombre figuraría junto a los gurús tecnológicos Steve Jobs y Bill Gates. Tramiel tiene una historia de película. Con la invasión nazi de 1939, su familia -que era judía- fue encerrada en el campo de concentración de Auschwitz. Pero él y su padre fueron trasladados a un campamento de trabajo cerca de Hannover, en Alemania.

Cuando Hitler perdió la guerra, Tramiel fue liberado y emigró a Estados Unidos. Con una gran destreza técnica, se alistó en el ejército y empezó a realizar trabajos de mantenimiento. Era el chico que se encargaba de arreglar las máquinas de escribir. Entonces nadie sabía que ese chico de 29 años acabaría siendo el dueño y señor de una de las empresas de electrónica más importantes del mundo: Commodore. En los años 50, Tramiel ya había dejado al ejército y hacía de taxista. Con los ahorros y un préstamo de 25.000 dólares de la época compró una tienda en Bronx especializada en la reparación de máquinas de escribir. Allí empezó todo. Enseguida llegó a un acuerdo con una empresa checoslovaca para que fabricara los aparatos bajo su marca y, así, poder venderlos más baratos en Estados Unidos.

Pero en 1962, cuando las máquinas de escribir japonesas aterrizaron en las tiendas estadounidenses, sus aparatos quedaron obsoletos. Con agilidad, pivotó hacia el mercado de las máquinas de contar manuales y le funcionó, pero sólo durante un tiempo: los japoneses volvieron a aguarle la fiesta. Fue entonces cuando decidió volar a Japón y volver con ideas frescas. Allí descubrió el mundo de las pequeñas pantallas led y de los chips, y decidió fabricar calculadoras digitales. Triunfó. Cuando un ingeniero de su equipo le avisó del futuro esplendoroso que podían tener los ordenadores personales, también entró.

“En los 70, los ordenadores tan sólo estaban al alcance de la NASA y de grandes empresas -contextualiza Xavier Ferràs, profesor de Esade experto en innovación-. Pero cuando Steve Jobs creó los ordenadores personales Apple I y Apple II, el mercado creció con rapidez”, recuerda. En 1977, Commodore se aprovechó y lanzó su primer ordenador personal, el Personal Electronic Translator, con un gran recibimiento en las universidades. "La empresa supo detectar muy bien un mercado expansivo y que todavía era virgen", analiza Ferràs. Pero al poco dejó de navegar sola. Empresas como Atari, Texas Instruments y entonces una pequeña IBM se lanzaron a conquistar el nuevo océano. Sin embargo, en 1982 Commodore estrenó el Commodore 64, que durante muchos años fue el ordenador personal más vendido. “No tenía ningún sentido que hubiera veinte marcas incompatibles entre sí –dice el experto–. Con astucia, IBM liberó su sistema”, recuerda. Se convirtió en un estándar y empresas como Commodore se derrumbaron. “Solo sobrevivió Apple, que no levantó ninguna hasta que no encontró nuevos mercados con el iPod y el iPhone”, remacha.

stats