Infancia

Convivir con las altas capacidades: el caso de Guillermo y Félix

Son niños y niñas con mucha curiosidad, aprenden muy rápido y enseguida entienden los contenidos

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BarcelonaLa abuela de Fèlix fue la primera en creer que su nieto era “excepcionalmente listo”. Eva, la madre, no le hizo caso porque creyó que era cosa de orgullo de abuela que veía que el niño, con cinco o seis años, hacía algunas reflexiones y preguntas complejas poco habituales en niños de la misma edad. Ella no podía comparar porque era su hijo mayor y no tenía referentes, pero sí sabía que no estaba a gusto en la escuela a la que iba. “Siempre le ha costado hacer amigos”, explica Eva. Por este motivo, le llevó al psicólogo, en un centro cerca de casa donde estaban especializados en altas capacidades y después de pasar muchos tests, le diagnosticaron.

Entonces Fèlix hacía primero de primaria y no tenía ningún problema académico, pero estaba “incómodo” en la escuela. Era un centro muy grande y bastante tradicional, relata Eva, “más que aburrirse, no le encontraba el sentido”. Un día que lo recogió antes de la hora, y en un patio lleno de niños y niñas, muy ruidoso, Félix le dijo a su madre: “¿Tú crees que yo tengo que aguantar esto?”. Y fue cuando se empezaron a plantear un cambio de centro, pero no hicieron el cabezazo hasta que una profesora sustituta le comentó que aquella no era una escuela para Félix y le recomendó que lo cambiara. “Le agradezco muchísimo”, dice Eva.

En la escuela nueva, con una metodología muy diferente, Fèlix se sintió más a gusto, y aunque las dificultades sociales persistieron, iba contento. El único inconveniente al que han tenido que afrontar este tiempo, de 1º a 6º, ha sido otro diagnóstico. En este caso, de dislexia, un trastorno que, paradójicamente, debería obligarle a esforzarse más. “Él ha decidido que ya hará el trabajo el corrector”, bromea Eva, bromeando. A pesar de tener ambos diagnósticos, nunca pidieron un plan individualizado.

Más sensibilidad y conciencia

Tampoco lo hicieron los padres de Guillem (nombre ficticio) a quien el diagnóstico, de momento, le ha servido sobre todo para entender porqué no acababa de adaptarse a él. La primera vez que a Mireia, su madre (también nombre ficticio) le hablaron de altas capacidades, Guillermo tenía sólo dos años. La maestra de aquel curso se lo comentó en una reunión en la que quería hablar del comportamiento y el encaje de Guillem en el grupo-clase. El clásico "se lleva mal". Fueron a un centro conductista y les explicaron que Guillermo pedía más atención, pero que sólo tenían que responder a la demanda cuando fuera en positivo. "Fue como un entrenamiento y fue muy bien", comenta Mireia porque entonces "molestaba para que le hiciéramos caso".

Así fueron tirando algunos cursos, pero en 1º, un curso que en la escuela se centran en aprender a leer, Guillermo se aburría. Leía desde E4 y fue el momento en que sus padres quisieron pedir una adaptación. Pero para ello necesitaban una evaluación profesional. Fueron al Centro Kepler, un gabinete especializado en altas capacidades que les confirmaron lo que ya temían, con “la suerte”, que las de Guillem eran unas altas capacidades homogéneas y sólo cojeaba en habilidades sociales. Más que por el papel oficial o por la adaptación, Mireia reconoce que ir al centro les fue muy bien para poder explicarle al niño qué le pasaba: que su cerebro funcionaba diferente al de la mayoría de niños y que retenía la información muy rápidamente, pero que, en cambio, debía esforzarse por relacionarse mejor con los compañeros. "Guillermo cambió como un calcetín", recuerda Mireia, "se tranquilizó".

En Kepler, Guillem hizo extraescolares, uno de los puntos fuertes del centro. En su caso, escogió la robótica y se cursaba con un psicólogo que, con esta excusa, podía intervenir en un entorno y en una situación habitual y cotidiana, más parecido a lo que vivían en la escuela que una consulta.- _BK_COD_ Es así, en una actividad habitual, que los profesionales de Kepler pueden explorar a los niños y niñas y hacer un “mapa general” de sus perfiles para “afinar” qué necesita cada niño y si requiere un plan individualizado. La psicóloga y directora del centro, Maria Beltran, explica que desde que hay mayor conciencia y sensibilidad hacia estos perfiles, les llegan más niños con talentos, uno de los dos tipos de niños con altas capacidades que se conocen actualmente. Son aquellos niños que destacan en algún área concreta a diferencia de lo que se conoce como superdotación, que son los niños y niñas que destacan en todas las áreas.

Las claves de las altas capacidades
  • ¿Actualmente se diagnostican más altas capacidades?

    No. Estadísticamente, hay uno por clase pero sí que hay más conciencia y sobre todo más conciencia de la diversidad en las escuelas y, de rebote, más evaluación. Hay que diferenciar entre la superdotación - unas altas capacidades globales - y los talentos - unas altas capacidades en determinadas áreas, pero en todos los casos es necesaria la intervención de un profesional por insta alguna medida.


  • ¿Qué rasgos comunes tienen los niños con altas capacidades?

    Son niños y niñas con mucha curiosidad, aprenden muy rápido y enseguida entienden los contenidos. Son intelectualmente potentes y desarrollan habilidades motrices, como andar, y cognitivas, como hablar, de forma precoz. Normalmente, son niños que les gusta bastante leer, buscar información y preguntan mucho. Tienen mucho vocabulario y desde edades bastante avanzadas.


  • ¿Qué ocurre si no se detectan a tiempo unas altas capacidades?

    El principal riesgo de no detectar altas capacidades es que los niños no tengan motivación para ir a la escuela y, en cambio, la encuentren más para quedarse en casa haciendo sus propios aprendizajes. La desmotivación puede llevarles al aislamiento académico y, en casos extremos, al fracaso escolar.



Facilidad para los estudios pero problemas sociales (y otros)

El primer problema que el psicólogo hizo trabajar en Félix fue la frustración y la rabia. Eva recuerda que en aquella edad, en 1º de primaria, era muy inflexible con las normas de los juegos y las trampas y si alguno de sus compañeros las hacía, reaccionaba “de forma muy agresiva”. Ahora, que ya tiene 12 años, ha madurado en este aspecto, pero sí sigue teniendo ciertas dificultades con las habilidades sociales, para aceptar la autoridad intermedia de quienes considera que "no se le han ganado". Esto le pasa por ejemplo en esplais, pero no con los profesores, explica Eva. A menudo se encuentra que a Fèlix le gusta más compartir ratos con adultos que con compañeros y amigos.

Aunque ahora ya lo tiene superado y no se nota la diferencia entre los demás compañeros, las pocas habilidades sociales de Guillem también ha sido una de las preocupaciones de la familia, sobre todo en los primeros años de escuela. Por ejemplo, Guillem no quería llegar temprano a la escuela porque se encontraba a sus amigos en la puerta y no sabía cómo canalizar la emoción, los sacudía de contento, pero ellos no lo entendían de la misma manera. Mireia siempre tenía que calmarla.

La aceleración, una solución pero no para todos

Tanto Fèlix como Guillem han tenido la suerte de ir a escuelas poco tradicionales donde los contenidos no se han tenido que adaptar, sino que han podido explorar los caminos que más les interesaba y han estado al caso de sus necesidades sin necesitar propiamente un plan individualizado. Eva explica que para los padres también es una decisión difícil. “Si pides el plan, parece que exijas más trabajo al maestro. Si no lo pides, parece que no te lo tomas en serio. Ayudar a los demás niños es una buena opción, pero al mismo tiempo es percibido como una amenaza entre el grupo…”. Y sobre todo, Eva lamenta que cuando lo explica, a menudo la tratan de pedante y lo ponen en duda.

Para Mireia, el principal inconveniente de Guillem es que no tiene perseverancia porque siempre le ha sido todo fácil. “No quiero que le sea todo regalado –pide Mireia– es necesario que a la escuela le suban el nivel para que el contenido le sea un reto como a los demás niños”. Para la madre de Guillem, el error con el que caen muchas escuelas es pedirles más trabajo. "Les gusta aprender, no hacer el doble de trabajo", se queja Mireia. Él mismo ha expresado su disconformidad a la diferenciación.

El principal motivo que hay detrás de esta situación es la falta de conocimiento entre los docentes. “No hay formación en altas capacidades prácticamente en ninguna parte y en las escuelas les falta tiempo y recursos”, dice Beltran. Los profesionales ven la aceleración –adelantarlos de curso– como una posible solución y la recomiendan, pero no como primera medida. Beltran dice que primero hay que agotar los recursos dentro del aula porque hay escuelas que tienen "margen de maniobra" más allá de poner más trabajo, que no lo recomiendan. Eva tampoco la ha visto nunca clara, esta opción, por su hijo, porque cree que una cosa es poder pasar de curso y seguir el ritmo y el otro que madurativamente esté al nivel de los otros niños. Por eso, cree que lo más importante es que la manera de enseñar de sus docentes le atraiga lo suficiente. Por eso, y coincidiendo con el cambio en la secundaria, Félix ha ido a parar a otra escuela poco tradicional donde el principal inconveniente que confían en que se encontrará será hacer el trabajo en grupo.

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