EDITORIAL

El dilema del mundo con las ideas de Trump

La calle Al Rashid en la franja costera de Gaza, en una imagen reciente, a vista de dron
07/02/2025
2 min
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La propuesta de Donald Trump de ahuyentar a los palestinos de Gaza para tomar el control de la Franja y convertirla en "la Riviera de Oriente Próximo" ha provocado un alud de reacciones que van desde los que piensan que sencillamente ha perdido la cordura hasta los que avisan de que hay que tener cuidado porque en última instancia está defendiendo una limpieza étnica –con otras palabras, eso sí–, lo que seguro incendiaría toda la región. El mundo no sabe si ignorar sus palabras o ponerse en guardia. No está claro si hay que tomarlo en serio o hacer ver que es un loco o un payaso que no sabe lo que dice. Y en cualquiera de los dos casos el resultado es muy inquietante.

De entrada, cabe decir que la idea de deportar masivamente dos millones de gazatís parece completamente irrealizable. Primero, porque ni Egipto ni Jordania tienen intención alguna de acogerlos en su territorio. Segundo, porque los propios palestinos se opondrían por todos los medios, por lo que una operación como ésta sólo podría hacerse por la fuerza ya costa de la vida de muchos soldados estadounidenses. Ahora bien, lo que es evidente es que la extrema derecha israelí y el propio Benjamin Netanyahu, que ayer sonrió abiertamente al oír a Trump, ya hace tiempo que fantasean con esta idea, la de expulsar a los palestinos de Gaza y convertir la zona en un resort turístico. El propio yerno de Trump, Jared Kushner, lo ha defendido en alguna ocasión. Por tanto, no estamos ante una ocurrencia, sino de una idea que es coherente con ese neoimperialismo que parece que Trump quiere impulsar, con propuestas como la de comprar Groenlandia, anexionarse Canadá y tomar el control del canal de Panamá.

De alguna manera, es como si Trump viera el mundo como una mezcla de los juegos del Risk y del Monopoly, y los territorios como oportunidades para hacer negocios inmobiliarios, sin importar ni a la gente que vive allí, ni a la historia, ni al derecho internacional. En su cabeza, el mundo es una propiedad privada de la primera potencia mundial, que tiene derecho a hacer y deshacer según sus deseos. Esta forma de hacer, que ya está provocando un inicio de guerra comercial, tiene un elevado potencial desestabilizador del orden mundial que con penas y trabajos se logró construir después de la Segunda Guerra Mundial. Ya no se trata del futuro de los palestinos, sino de que el líder de Occidente es alguien que piensa que este orden mundial es injusto con Estados Unidos y ha llegado la hora de darle la vuelta. Que así como Rusia se ha anexionado Crimea y ahora quiere Ucrania, y China pretende invadir Taiwán, él quiere su parte del pastel en un mundo en el que ya sólo rige la ley del más fuerte.

Los europeos ya se pueden ir preparando, porque pronto llegará el momento en que Trump dirigirá su atención hacia el continente, y lo que hará seguro de que no será agradable, porque en realidad el presidente estadounidense desprecia a la Unión Europea y su modelo social y de cogovernanza. Seguro que no llegará al extremo de tratarnos como ha hecho con los palestinos, pero es posible que piense que no somos más que uno resort con antigüedades para estadounidenses.

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