Patrimonio Marítimo

Com energía solar desde los años 70

Al faro de Cala Nans, situado en un acantilado de un extremo de la gran bahía de Cadaqués, hay que ir andando (o en barca). Menos conocido y concurrido que el del Cap de Creus, vale la pena visitarlo

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El faro de Cala Nans

Uno de los mejores paseos a hacer desde Cadaqués es el más sencillo, el más evidente: seguir el camino que hay junto al mar. El sinuoso paseo que recorre la banda izquierda de la bahía, bastante urbanizada, tiene, al final de todo, dos sorpresas, dos islas singulares: La roca del Cucurucuc, bien visible, y cerca de este, más escondida, s'Arenella . El camino de la vertiente derecha, más virgen, tiene un destino específico: el faro de Cala Nans, que se alza al final de la bahía, a unos dos kilómetros de distancia del pueblo ya 26 metros sobre el mar (se trata de una pequeña excursión, pues, con un desnivel casi inexistente).

Construido a finales del siglo XIX, el faro de Cala Nans está situado junto a la cala que lleva este nombre, que hace referencia al lugar donde se situaban las "nansas"

Han sido muchos los sistemas de alumbrado que han guiado a los hombres del mar desde este punto. Me los cuenta Joaquín Alarcón. Su cargo oficial es el de "responsable del servicio de ayudas a la navegación del Puerto de Barcelona", que en realidad significa que cuida que los faros funcionen perfectamente (los faros del litoral catalán que hay desde Vilanova y la Geltrú hasta la frontera con Francia, que son los que dependen del Puerto de Barcelona). "Este faro ha funcionado con aceite, parafina, petróleo, gas acetileno y, por último, energía solar", me dice. "Desde los años 70 va con energía solar, mediante placas fotovoltaicas y baterías. Aquí nunca ha llegado ningún cable de electricidad", remarca. "Funciona automáticamente. Cuando oscurece, se enciende", me explica. "Algunos días que hay nubes muy negras el faro también se enciende", comenta Alarcón, que ha venido expresamente desde Barcelona para acompañarme.

Instalado en lo alto de un despeñadero, todo el conjunto es pequeño. La casita tiene forma de “caja de zapatos”. Situada en la base del faro, desde fuera se ve cerrada y vallada. Las ventanas, que tiempo atrás invitaban a la luz a entrar en el interior, están totalmente tapiadas. Pero la puerta sí puede abrirse. Joaquín la abre con la llave que ha llevado.

Tengo el privilegio de entrar en el faro, ya que no es visitable. El "nyieeec" que hace la puerta cuando la empujamos indica que no debe haberse abierto muchas veces. Si fuera de noche y estuviera solo, ese ruido podría dar un poco de miedo. Ahora hace un sol brillante. Y, además, hay bastante gente por los alrededores.

Subo por una escalera de caracol estrechísima y gano un poco de altura, hasta llegar al punto más alto, allá donde está la linterna del faro que, cuando oscurece, ofrece su señal única a los barcos. Cada faro tiene su propio latido. Es "su DNI". El de éste está formado por cuatro flashes consecutivos, un pequeño "silencio" y otro flash, todo ello cada 25 segundos.

Desde aquí arriba disfruto de una espléndida panorámica de Cadaqués. El pueblo parece más blanco de lo que realmente es. Y más aseado de lo que es en realidad (y eso que es de los más aseados de la costa).

Uno de los elementos que más destaca es la iglesia (iglesi la llaman aquí, más cortito que el esglèsia del catalán de otras zonas; Cadaqués es un mundo aparte, y no sólo en algunos aspectos del habla).

De regreso, mientras recorremos el primer tramo –es un camino de cabras; después se convierte en una pista de tierra, que no es accesible a los vehículos–, Joaquín me cuenta interesantes curiosidades de los faros. "Desde el mar siempre hay que ver al menos dos faros. De este modo, un barco puede situarse sobre una carta náutica", me dice.

El camino circula a bastante altura. A orillas del mar, cerca de la cala Nans, vemos el embarcadero, que el propio Joaquín utiliza a menudo para venir en barca desde Cadaqués, sobre todo cuando tiene que llevar material. "Las baterías pesan mucho y sería pesado transportarlas por el camino de ronda". Este embarcadero fue hecho para hacer llegar en barca el avituallamiento de los antiguos fareros, pero sigue siendo útil.

"Cada barco debe llevar el libro de faros, y también las cartas náuticas de donde navega", me comenta Joaquín. "El capitán o patrón del barco debe saber siempre la posición donde se encuentra y de vez en cuando, dependiendo de la complejidad de la costa, debe ir apuntandola –me dice–. La navegación se hace con tecnología muy avanzada , de gran precisión, pero como depende de antenas y satélites, puede fallar". "Encuentro curioso que, hoy, en pleno siglo XXI, aún haya que apuntar en un papel las propias coordenadas", le comento. Y me responde: "Es una costumbre de buen marinero. Además, todos los barcos, grandes o pequeños, deben llevar diferentes elementos para avisar en caso de peligro, como bengalas y cohetes de luz. No basta con que digan Mayday a través de la radio".

SALVADO POR LOS VECINOS DE CADAQUÉS. Al caer la actividad del comercio marítimo en Cadaqués, a principios del siglo XX, el faro de Cala Nans perdió su valor estratégico. Como no estaba habitado, se fue deteriorando. En los años 80 se quiso derribar y sustituir por uno nuevo. Los vecinos de Cadaqués se opusieron y se salvó.

RESTOS DE LA ANTIGUA VIVIENDA DEL FARONERO. En la pared de la roca junto al faro se pueden ver restos de la antigua chimenea que tenía el farero. Seguro que la chimenea era un elemento imprescindible las largas noches de invierno en este lugar sin electricidad.

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