Energía

¿Por qué Francia no quiere el Midcat pero acepta el BarMar?

París ganará peso en la geoestrategia energética de Europa con el nuevo proyecto

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Tubos del gasoducto Midcat, que ahora acaba al municipio gerundense de Hostalric.

BarcelonaEl Midcat, el gasoducto que tenía que unir Catalunya con Francia atravesando el Pirineo, ya es historia. La reiterada resistencia francesa a esta infraestructura la ha mantenido el actual presidente, Emmanuel Macron, a pesar de las fuertes presiones de España, Alemania y Portugal en plena crisis energética causada por la invasión rusa de Ucrania.

Aun así, la firmeza de Macron contra el Midcat no ha sido igual contra una nueva infraestructura que ya ha recibido el visto bueno de Bruselas y de los estados implicados: el BarMar, el hidroducto submarino que, si todo va bien, unirá dentro de unos ocho años Barcelona con Marsella. Con el visto bueno de Macron, tanto el presidente español, Pedro Sánchez, como el canciller alemán, Olaf Scholz, han apoyado el proyecto.

La infraestructura probablemente acabará teniendo un coste superior al que habría tenido el Midcat, pero aporta unas cuantas ventajas a Macron. En primer lugar, el Midcat tenía que entrar a Francia por los departamentos del sur, donde hay una fuerte oposición local a la infraestructura y donde tiene una importante cuota de poder local el Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen. El presidente francés evita, cerrando la puerta al Midcat, un enfrentamiento con la extrema derecha.

Pero si el aspecto político interno es importante, hay otros que todavía afianzan más la posición de Macron. Por un lado, la capacidad. Como es una infraestructura completamente nueva, el BarMar se podrá dimensionar para cubrir las necesidades actuales. El Midcat, en cambio, tenía prevista una capacidad de 8 bcm (miles de millones de metros cúbicos al año) cuando, por ejemplo, el consumo de gas de Alemania es de 80 bcm.

Otro aspecto importante para Macron, que toca de lleno la geoestrategia energética, es que tendrá más control sobre el suministro. “Si el gas y, en un futuro el hidrógeno, va de Barcelona a Marsella, el puerto catalán será el gran receptor, pero Francia tendrá el grifo que tiene que ir hacia Alemania, porque en Marsella habrá una estación receptora”, explica una fuente del sector gasístico español.

De este modo, Francia podría jugar un papel mucho más destacado en la política energética europea. Hasta hace pocos meses, Alemania contaba con un gas barato proveniente de Rusia que alimentaba su industria, sobre todo la gran química, y además permitía generar la electricidad no renovable a precios bastante asequibles, hasta el punto de que Berlín decidió cerrar las centrales nucleares (a pesar de que ahora ha decidido mantener tres en funcionamiento).

Francia tiene un consumo de gas muy inferior al alemán y tiene una capacidad de generación eléctrica de origen nuclear muy grande, a pesar de que ahora tiene la mitad de las centrales cerradas y tiene que importar electricidad española. Pero en un futuro, cuando las nucleares francesas retomen la generación total y, por lo tanto, vuelva a generar más electricidad de la que consume a precios baratos, podrá exportar luz a los vecinos, entre los cuales Alemania. A este papel suministrador de electricidad, pues, se puede sumar el control del grifo del gas.

Hidrógeno rosa

Pero, además, las nucleares permitirán convertir a Francia en un gran productor de hidrógeno rosa –el que se produce con energía nuclear, a diferencia del hidrógeno verde que se hace con renovables– y el BarMar podría tener un papel importante para exportarlo a España cuando en el Estado todavía no haya suficiente producción de hidrógeno verde.

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