El genio tras las míticas máquinas de escribir Olivetti
La empresa italiana ha sido considerada el precedente histórico de la Apple de Steve Jobs
Estamos en 1979. Un joven diseñador gráfico que está intentando abrirse camino en el mundo de la narrativa piensa que ya basta con escribir mal la geminada simplemente porque la máquina de escribir no le permite poner el punto volado. Decide contactar con el fabricante para tratar de encontrar alguna solución y como la respuesta es positiva, al día siguiente se presenta en las oficinas de la empresa. Allí le recibe un señor con bata de obrador que se muestra emocionado por la visita. A continuación, abre un cajón y saca un hatillo de papel de periódico. Una vez la ha desenvuelto, aparece la tecla de la ela geminada ante la emoción de los presentes. El veterano trabajador de la empresa de máquinas de escribir le dice que guardaba esa tecla como un tesoro desde que finalizó la Guerra Civil y que ya era hora de que alguien la viniera a buscar. Es muy probable que durante la conversación cayesen algunas lágrimas. El joven que quiere ser un escritor de éxito se llama Quim Monzó y la empresa en cuestión es Hispano Olivetti. La escena sucede en las magníficas instalaciones que la empresa de origen italiano tenía junto al Parque de las Glòries (ahora plaza de las Glòries).
Que en Cataluña existiera una rama de la multinacional italiana Olivetti desde 1929 es en buena parte mérito del emprendedor catalán Juli Caparà Marquès (vinculado a la familia Muntadas y fundador de Lámparas Z), que constituyó junto a los italianos la empresa Hispano Olivetti. Las primeras oficinas en Barcelona estaban ubicadas en Via Laietana, en un edificio que hoy ocupa la Caja de Ingenieros, y también abrieron un taller en el Poble Nou. Aquellos primeros años de implantación en el país se caracterizaron por una campaña de publicidad muy intensa en la prensa escrita, que incluía concursos de mecanografía. Cuando la empresa italiana llegó a Catalunya, en la matriz ya había entrado a trabajar un miembro de la segunda generación, el ingeniero químico Adriano Olivetti, que es nuestro protagonista de hoy.
Después de obtener la licenciatura (1924), Olivetti hizo un viaje iniciático a Estados Unidos, donde descubrió lo que era el management más puntero del momento: descentralización, cadenas de montaje, amplias redes comerciales, etc. Quedó tan impresionado que convenció a su padre de aplicarlo a la empresa que había fundado en 1908. La propuesta fue aceptada y funcionó bien para que en los siguientes cinco años la producción por trabajador se multiplicara por dos. El heredero quiso entrar a trabajar desde abajo, y empezó a prestar sus servicios en la línea de montaje. El ascenso continuado le permitió ser nombrado director general en 1932. Una de sus premisas fue la estética de todo ello, porque consideraba que las máquinas no sólo debían ser buenas, sino que también debían ser bonitas, y esto contrató a los mejores diseñadores italianos. Para la construcción de las oficinas también dispuso de arquitectos de prestigio. La calidad y usabilidad de las máquinas de escribir Olivetti están bien representadas por la inolvidable serie Lettera, que han utilizado tantos escritores de renombre en todo el mundo.
Pero si algo define el mandato de Olivetti al frente de la empresa es su vocación social: los trabajadores disfrutaban de bibliotecas, escuela, asistencia sanitaria, psicólogo, transporte hasta sus domicilios, etc. Todo pagado por la empresa. Justo después de la Segunda Guerra Mundial fundó el llamado Movimiento Comunitario, un ideario político que propugnaba un nuevo equilibrio entre los ámbitos político, social y económico, en busca de una sociedad del estilo de la que habían teorizado Richard Owen y Charles Fourier.
En los años cuarenta empezaron a producir calculadoras ya mediados de los sesenta entraron en el terreno de la informática, con la producción de sus propios ordenadores. Durante los años setenta ubicaron un grupo de trabajo, Olivetti Advanced Technology Center, en Silicon Valley, y en concreto en la localidad de Cupertino, la misma donde años más tarde nacería Apple (no en vano, a Olivetti a menudo se le considera un precedente de Steve Jobs).
También en la década de los cuarenta se inauguró la gran factoría de Barcelona (1942) con la que iniciábamos este escrito. Al igual que las fábricas de Italia, estaba dotada de todo tipo de servicios para los trabajadores, sobre todo para la práctica del deporte. En la década de los sesenta llegó a su cenit, con más de tres mil trabajadores, y logró convertirse en el principalhubmundial de fabricación de máquinas de escribir. La vida de estas instalaciones se prolongó hasta 1991, cuando fueron derribadas parcialmente, porque la fachada de la Gran Via pasó a formar parte del centro comercial Glòries, que se construyó en esos terrenos.
La ambición de Olivetti como empresario era tan ilimitada que en 1959 adquirió la empresa americana Underwood, el fabricante más mítico de máquinas de escribir. No pudo disfrutar mucho de la compra porque murió sólo un año después, víctima de un derrame cerebral mientras realizaba un recorrido en tren por el norte de Italia. Su muerte siempre estuvo rodeada de sombras, y más aún cuando se supo que la CIA llevaba años en la diana.
Prueba de su estilo de management innovador y de su filosofía vital han quedado algunas frases para la historia: “A menudo el término utopía es la manera más conveniente de sacudirse lo que no quieres hacer, o que no tienes suficientes capacidades o valentía para hacer”. O también: “Un sueño es sólo un sueño hasta que empiezas a trabajar para hacerlo realidad; entonces puede convertirse en algo aún mayor”. O esta otra: “Quiero que Olivetti no sea sólo una fábrica, sino un modelo, un estilo de vida; quiero fabricar libertad y belleza”.
Desde 2003 Olivetti pertenece a Telecom Italia (TIM), una compañía en manos de la francesa Vivendi. Durante unos años fabricaron smartphones con marca propia, pero ahora se dedican al internet de las cosas y albig data.