Los últimos 30 segundos de Carles Puigdemont antes de desaparecer
Desde el cambio de coche para votar en el 1-O hasta la foto el Palau de la Generalitat el día que llegaba al exilio
BarcelonaEl regreso de Carles Puigdemont está rodeado de misterio. Un hermetismo motivado por la orden de detención que pesa sobre el expresidente, que ha anunciado que volverá para asistir al pleno de investidura de Salvador Illa. El efecto sorpresa siempre ha acompañado a la trayectoria del candidato de Junts, y su vuelta ahora a Catalunya no es una excepción. La última vez que se le vio públicamente fue el 27 de julio en un acto en Els Banys i Palaldà, en la Catalunya Nord, donde afianzó su voluntad de volver asumiendo la cárcel como una vía de "confrontación" con el Estado. Desde entonces, ninguna imagen ha dado pistas de dónde está el expresidente. Ni siquiera este miércoles cuando ha anunciado en un vídeo que ha emprendido el viaje de regreso.
Los precedentes a la hora de intentar despistar a la policía y los servicios secretos del Estado le han acompañado en diferentes episodios desde el 2017. Tres días después de la proclamación de la República, Puigdemont, ya cesado como presidente en aplicación del artículo 155, publicaba en Instagram dos fotos tomadas desde un patio interior del Palau de la Generalitat, en las que se observaba parte de un tejado y del cielo, con el mensaje "Buenos días" y un emoticono sonriente, dando a entender que estaba en su despacho. Pocas horas después se sabría que Puigdemont se había exiliado en Bruselas con varios consejeros. Quien publicó la fotografía fue un miembro de su equipo, Aleix Clarió, que tampoco estaba en Catalunya.
Puigdemont volvió a repetir la operación con el pleno del 30 de enero del 2018, donde debía ser investido. El 9 de enero compartió una instantánea también en Instagram de la carretera que une Molló con Camprodon, muy cerca de la frontera administrativa con el estado francés. Una única palabra, "Camins", acompañaba un enigmático mensaje con el que el expresidente especulaba con su regreso a Catalunya el mismo día que trascendía que estaba dispuesto a volver si era investido presidente telemáticamente cómo negociaban las fuerzas independentistas.
El día antes del pleno del 30 de enero, en la misma red social, el expresidente colgaba una foto en la que se veía el paseo Picasso, una de las calles que dan acceso al Parlament. En la imagen, Puigdemont exponía que quedaban 24 horas para su investidura. “Por el país. Por las libertades. Por nuestras instituciones. Por la democracia. Por la dignidad. Por el futuro. Por ti”, terminaba el post del expresidente, que volvía a disparar las alarmas de las fuerzas de seguridad del Estado, que montaron un dispositivo sin precedentes para detenerle en torno a la cámara catalana.
En este juego del gato y la rata, Puigdemont contó con la colaboración inesperada del diputado de ERC, Ferran Civit, entonces pareja de la exconsejera Meritxell Serret, también exiliada en Bruselas. Civit había viajado a Bélgica unos días antes, y el mismo día 29 escribía en Twitter que emprendía el regreso insinuando que le acompañaba el expresidente: "Iniciamos la operación retorno bien cargados desde Bélgica. Esperamos que no nos intercepten", escribía. Poco después, Civit seguía el relato con un nuevo mensaje: "Toca descansar, porque el viaje será largo y el pleno del Parlament será duro". Y acompañaba el mensaje con una foto del interior del coche en la que se veía la nuca de un hombre con un corte de pelo similar al de Puigdemont apoyado sobre una almohada.
Tras atravesar Luxemburgo, Civit informaba de que ya se encontraba en territorio francés: "Hemos entrado en Francia. Todo sigue con el plan previsto, con el paquete dentro". Aquellos mensajes hicieron que distintos medios estatales llamaran a vecinos y comercios de l'Espluga de Francolí, su pueblo natal, para conseguir su móvil. Algunos lo consiguieron, pero Civit no les cogió las llamadas ni les respondió a los mensajes. "Había que mantener el suspense hasta el final", relata el exdiputado republicano en conversación con el ARA. Sin embargo, ni fue elegido –el presidente del Parlament, Roger Torrent, suspendió el pleno– ni regresó.
El día 1 de octubre
Pero si hay una acción que tuvo eco fue la del 1 de octubre. Después de que la Guardia Civil se presentara en el pabellón municipal de Sant Julià de Ramis para evitar que Puigdemont ejerciera su derecho a voto, la comitiva del presidente se arrebató una jugada para esquivar los servicios secretos. Debajo de un puente de la carretera que une este pueblo y Cornellà del Terri, Puigdemont cambió de coche. Del túnel salieron varios vehículos, y los helicópteros policiales no pudieron saber cuál seguir. De esta forma, Puigdemont acabó votando, por sorpresa, en Cornellà del Terri, mientras en Sant Julià proseguía lo que sería una de las cargas policiales más duras del referéndum. Este jueves espera poder volver a dar la sorpresa y sortear la vigilancia por estar en Barcelona.