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Esther Torras: "Hay armarios que están llenos de mochilas emocionales muy pesadas"

Organizadora profesional

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Esther Torras, organizadora profesional.

Sant CugatEsther Torras reconoce que ha sido "una friki del orden" desde pequeña. Y cuando una amiga le contó que en Australia había personas que se ganaban la vida ordenando, se lanzó de cabeza: “Fue en ese momento cuando descubrí que existía tanto desorden, porque hasta entonces siempre había tenido un entorno de gente muy ordenada –los padres, los tíos…– y no era consciente”. Ahora lleva años trabajando organizando espacios para particulares, empresas y algún ayuntamiento: “Hay que hacer un trabajo de fondo para entender a qué se debe el desorden, qué tienen, qué necesitan y qué no… porque el objetivo es que cuando yo me marche el orden se mantenga”.

Si hay un espacio donde la batalla del orden se libra con toda la crudeza, este es el armario de casa. “Lo difícil es hacer el duelo de los objetos. Cuesta mucho prescindir de una prenda de ropa, y desprenderse de un libro parece un sacrilegio. También nos cuesta tirar papeles, tanto en casa como en la oficina. Yo no obligo a nadie a tirar nada, pero les intento hacer ver todo lo que no necesitan.” De hecho, Esther admite que si alguien le pide ordenar un sitio sin tirar nada, prefiere renunciar al trabajo: “Sé que acabará siendo frustrante tanto para mí como para el cliente”. En el orden, de hecho, ve un propósito vital, una forma de dejar atrás lo peor del pasado: “A veces, ordenar te sirve para desbloquear otros ámbitos de la vida. Hay armarios que aparentemente están bien, pero que en realidad están llenos de mochilas con cargas emocionales muy pesadas. Cuando te deshaces de todas esas cosas, es una liberación. Alguna vez se me han puesto a llorar.”

Una de sus primeras clientas la bautizó como ordenóloga, aunque podría decirse que en su fórmula hay más práctica que academia: “Soy totalmente autodidacta. ¿Si me he leído los libros de Marie Kondo? Pues no, aunque me los encuentro en todas las casas donde me llaman. La teoría no es suficiente”. Una de sus pautas es ordenar según cada persona: “Una foto muy bonita que ha colgado alguien en Instagram no te hará ser más ordenado, porque el orden que necesitas depende de las rutinas que tengas, del trabajo, de si cocinas o no... Si te enseño a doblar ropa en cuadraditos minúsculos, cuando me vaya te cortarás las venas. Prefiero que dobles haciendo una bola pero que sepas en qué caja hay cada bola y que no haya más de la cuenta.” Otro ejercicio habitual es el de enfrentar al cliente a sus necesidades reales: “Tienes que ponerte delante del armario y, con la mano en el corazón –con la mano en el corazón, ¡eh!–, decir qué ropa te pones y cuál no. A veces vamos aplazando estas decisiones, porque ya tomamos muchas durante el día, pero debería hacerse en cada cambio de temporada.”

Al otro lado del cuadrilátero, los haters del orden: “A algunos los acabas convenciendo y a otros que no los convencerás nunca. Es muy típico esto de decir “yo tengo mi propio orden, sé dónde está todo”. Pero para que exista la orden debe poder venir alguien que no seas tú y encontrar las cosas”. Los convencidos del caos incluso encontraron cierta aliada en Marie Kondo cuando recientemente aseguró que, después de tener el tercer hijo, había tenido que dejar el orden en segundo término. “Quizá fue una manera de promocionar su nuevo libro… Yo tuve dos gemelos y, con una buena organización, mi casa se ordenaba en 15 minutos”, dice Esther, que deja un último consejo en relación con los más pequeños: “Lo guardamos todo de los niños, incluso los dibujos de P3, con la excusa de que de mayores les harán ilusión. Pero esto no va a suceder. Más bien lo hacemos por nosotros, para intentar conservar al niño pequeño que ya se está haciendo mayor”.

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