Homenotes y danzas

El hombre que hizo posible a la Maquinista

El empresario Valentí Esparó levantó donde se encuentra el centro comercial una de las mayores factorías de la historia de Catalunya

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Valentí Esparó Giralt 1792-1859

Cada día miles de personas pasean y se gastan el sueldo en los muchos establecimientos de todo tipo que hay en el centro comercial de La Maquinista, el mayor del país. ¿Pero cuántos de estos paseantes se preguntan por el origen del nombre del complejo? La gigantesca rueda que hay en la entrada puede dar una pista de donde viene esta denominación a quien esté interesado en sacar el entramado. La respuesta es que en aquellos terrenos, una parcela de dimensiones colosales, hubo instalada una de las mayores factorías de la historia de Cataluña, la omnipotente Maquinista Terrestre y Marítima, fundada en 1855 por varios socios, entre los cuales destacaba con luz propia por su liderazgo Valentí Esparó.

Natural de Llívia, en la Cerdanya, pronto empezó a hacerse un nombre en el incipiente mundo empresarial catalán, sobre todo a partir de los cargos de responsabilidad que ocupó en el Vapor Bonaplata, la firma que representa el minuto cero de la Revolución Industrial en Cataluña. No sólo llegó a ser socio del propio Salvador Bonaplata y de Vilaregut y Rull (los otros accionistas), sino que también se casó con Dolors Bonaplata, la hija del fundador del negocio. Como directivo de la firma le tocó vivir la destrucción de la factoría durante la Bullanga de 1835, sin duda la pieza no religiosa más importante que resultó incendiada a lo largo de los incidentes.

Paralelamente a su actividad puramente profesional, tuvo una vinculación muy estrecha con la influyente Comisión de Fábricas, de la que fue presidente en más de una ocasión y desde donde luchó enconadamente contra un librecambismo que había ido ganando terreno en los últimos años de la década de los treinta del siglo XIX. Esta entidad, la Comisión, está considerada la verdadera patronal catalana durante un par de decenios clave de la economía del país. El conflicto entre proteccionistas -con Esparó como máximo lobista- y los partidarios del librecambismo fue el tema central del mundo empresarial de la época, no en vano los empresarios catalanes estaban muy preocupados por “la relajación del sistema prohibitivo, que es de vida o muerte para el antiguo Principado de Cataluña”, en palabras de la propia Comisión de Fábricas. Al otro lado del espejo, el de los contrarios a los aranceles, seguramente estaba la mano de Gran Bretaña.

La gran obra de Esparó fue la fusión de su negocio, la fundición sucesora del Vapor Bonaplata, con La Barcelonesa, de Nicolau Tous, llevada a cabo en 1855 y que dio lugar a la ya mencionada Maquinista Terrestre y Marítima. El artífice de la operación, Esparó, no pudo disfrutar mucho de su criatura porque murió sólo cuatro años después de haberse consumado la fusión. La actividad principal de la nueva empresa era la fabricación de máquinas de vapor (básicamente para el sector textil catalán), pero también producía maquinaria para barcos, prensas (destinadas a la fabricación de moneda, sobre todo), grandes puentes de hierro, locomotoras de vapor y, por lo general, todo tipo de estructuras de metal.

Al poco tiempo, la nueva compañía se estableció en unos terrenos de la Barceloneta, donde se hizo mayor y permaneció hasta 1965, momento en que todos los talleres se trasladaron a la factoría de Sant Andreu de Palomar, inaugurada en 1917. Es aquí precisamente donde hoy se levanta el centro comercial que mencionábamos al principio.

En los momentos más álgidos de la MTM, el número de trabajadores a los que empleaba superaba los 3.000. El ocaso de la compañía llegó a principios de la década de los noventa, cuando la empresa fue fusionada con Macosa (Material y Construcciones, SA), saneada y vendida a la multinacional francesa Alstom. Todos los centros productivos se cerraron y se trasladaron a Santa Perpètua de la Mogoda (Vallès Occidental). Atrás quedaban cerca de 135 años de historia, de la que los directivos de Unibail-Rodamco-Westfield (los propietarios del centro comercial) seguramente tampoco tienen mucha idea.

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