¿Cuántos inmigrantes necesitamos?

Varios inmigrantes esperan su turno para recibir orientación en el Servicio de Atención a Inmigrantes, Emigrantes Y Refugiados ayer en Barcelona.
04/01/2025
3 min

La llegada de inmigrantes irregulares al Estado ha sido este 2024 a niveles de récord. Ante esto, la pregunta pertinente no es cuántos podemos absorber, sino cuántos necesitamos. La sociedad y la economía catalanas llevan más de un siglo funcionando gracias a las personas que llegan de fuera. Con una natalidad de mínimos, sin ese flujo migratorio no habríamos experimentado el progreso que nos ha llevado hasta donde estamos. Cataluña se habría estancado, tanto en términos de población como de riqueza y bienestar. Hoy tendríamos un peso demográfico muy reducido. Quizás sería una sociedad más homogénea, pero con una vitalidad y un peso cultural, científico y productivo mucho menores, y un número de hablantes del catalán también notablemente inferior.

Cuando se habla de inmigración, pues, debe hablarse de modelo de sociedad y económico. Para regular la inmigración lo que hace falta es decidir cómo queremos ser. Ahora mismo, sin la llegada cada año de nuevos contingentes de trabajadores sería imposible sostener el negocio turístico, el de la construcción o el agropecuario, o cuidar a las personas mayores o los hogares. También existen trabajos cualitativos –medicina o ciertos perfiles de trabajadores de la industria– que piden aportaciones foráneas. Ésta es una realidad factual incontestable. Para que "los de casa" estén bien y todo rule se necesitan muchas personas "de fuera". Tanto aquí como en el conjunto de Europa, todos vivimos en una contradicción flagrante: por un lado, crece el rechazo social y político a la inmigración, de la mano de discursos identitarios simplistas de ultraderecha; y, por otro, nuestro bienestar o nuestra subsistencia dependen de ello. Es un pez que se muerde la cola: el miedo al inmigrante tiene que ver con un sentimiento de decadencia, y para evitar la decadencia necesitamos savia nueva. Somos sociedades envejecidas.

Sobre el papel, es fácil decir que queremos inmigrantes bien formados. En la práctica, no es lo que pedimos y necesitamos. O no sólo. Y en cualquier caso, con un índice de natalidad bajísimo, seguiremos siendo dependientes de las llegadas de hombres y mujeres de todas partes. Dicho esto, la gestión de la inmigración debería realizarse desde la proximidad –con más competencias para la Generalitat y los ayuntamientos– y la transparencia: el problema no es la inmigración, sino la sensación de descontrol y opacidad. La gestión de la inmigración no es fácil, y es materia incendiaria, con Vox, Aliança Catalana y el PP jugando con fuego. Azuzar el miedo en el extranjero culturalmente distante sale gratis. También debería resultar sencillo generar empatía con quienes llegan jugándose la vida. La solución, en cualquier caso, no puede ser dejarlos en la alegalidad y la precariedad, situaciones que alimentan a los culpabilizadores discursos de odio o los abusos laborales. ¿Qué queremos, sólo trabajadores explotables o también ciudadanos responsables con derechos y deberes? En cualquier caso, el problema de las pateras es dramático y hay que atenderlo solidariamente entre territorios (dentro del Estado y en el conjunto europeo), pero el grueso de llegadas a la Península se produce de América Latina gracias a la política de visados, que Europa no cuestiona porque son migrantes que permanecen aquí.

Ante la complejidad del fenómeno, es muy necesario hablar de ello abiertamente sin tabúes y sin demagogias. ¿Cuántos inmigrantes necesitamos? ¿Cómo los incorporamos?

stats