Hoy hablamos de
Especies amenazadas

La lucha por la supervivencia del sisón, el pájaro estepario en peligro de la llanura de Lleida

En la península Ibérica se encuentra el 60% de la población de este pájaro amenazado, también conocido como acebo o pato de secano

En la imagen, un ejemplar macho de sisón, una especie considerada vulnerable por la Agencia Europea del Medio Ambiente, que en Cataluña se encuentra en ambientes esteparios de la plana de Lleida.
Òscar Dominguez
06/04/2025
7 min
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BarcelonaLa luz de una mañana de abril acaricia la llanura cerealista que se extiende entre el altiplano de la Segarra y el canal de Urgell y que abarca la sierra de Bellmunt, los Plans de Sió y los secanos de Belianes-Preixana. Un conjunto de espacios naturales de límites poco definidos que quedaron fuera de la influencia del canal de Urgell, donde encontramos las últimas poblaciones de uno de los pájaros más amenazados de Cataluña, el sisón (Tetrax tetrax), también conocido como acebo o pato de secano. En un rincón de la jara, se desencadena una intensa pelea entre dos vigorosos machos que se disputan los derechos sobre un "terreno de exhibición", un área escogida de uso individual donde el macho realiza la parada nupcial con el objetivo de atraer a la hembra y que, en el caso concreto del sisón, consiste en un terreno muy llano, consiste en un terreno muy común. La propiedad de ese terreno rige su rango en una jerarquía social que determinará sus posibilidades de procreación. Con todo esto en juego, ninguno de los dos rivales estará dispuesto a transigir y, con los picos bien afilados, se clavarán fuertes picaduras hasta que el más débil reconozca la derrota y se vaya. El perdedor deberá buscar otro rincón en el que exhibirse.

En la época de la nidificación los machos hacen vistosas exhibiciones nupciales resaltando el collar blanco y negro.

Un paisaje modificado por las actividades humanas

Desde hace siglos, en esta parte de la llanura casi ya no quedan árboles. La destrucción casi total del bosque primigenio es muy antigua y coincidió con la proliferación de pastos invernales destinados a alimentar a los rebaños trashumantes. El declive progresivo de estos rebaños ha sido el motivo de que muchos baldíos, barbechos y matorrales se fueran convirtiendo en zonas agrícolas.

El aspecto actual del paisaje está dominado por los cultivos de cereales de secano, como la cebada, y por pequeñas parcelas con algunos almendros y olivos. La poca vegetación primitiva que queda resiste a las zonas más incómodas por el cultivo, dada la pendiente del terreno o la aparición de afloramientos minerales, especialmente de yeso. Pájaros como el sisón, el aguilucho cenizo o la calandria han tenido siglos para adaptarse a este hábitat que recuerda, en cierto modo, a las estepas naturales de Asia central.

Un observador de pájaros busca ejemplares en la llanura de Lleida.

Vivir bajo presión

El sisón tiene dos poblaciones reproductoras muy separadas. Su área de distribución oriental se encuentra principalmente en Rusia, Kirguizstán y Kazajistán, mientras que la occidental se localiza en España y Portugal, con poblaciones mucho más escasas en Italia y Francia. Cuantitativamente, el conjunto de la península Ibérica representa el 60% de la población mundial, aunque en algunos territorios el número de individuos está cayendo en picado, como en Cataluña o Extremadura.

Los sisons están perfectamente adaptados a su entorno. Tienen unas patas largas y fuertes acabadas en tres dedos que les permite trotar rápidamente entre la vegetación baja y un plumaje críptico que les hace invisibles cuando se agachan y les protege de posibles depredadores.

Pero lo que realmente luce del sisón es la exhibición que han desarrollado los machos para atraer a las hembras. El macho hincha el plumaje blanco y negro café de su cuello hasta formar un triángulo que recuerda visualmente al capuchón que despliegan las cobras alrededor de la cabeza, pisa y repica fuerte en el suelo, echa la cabeza atrás, emite un sonido seco e inicia un salto en el que exhibe sus alas de un color blanco deslumbrante. Al salto le acompaña una especie de susurro, producido por la menor longitud de una pluma de las alas, la cuarta rémige primaria y que concluye con el aterrizaje. El ritual se repite varias veces seguidas y, en cada ocasión, el pájaro vuelve a su punto exacto de inicio para ejecutar un nuevo salto. Los machos saltan mirando hacia el sol, sobre todo al amanecer y durante las dos horas posteriores. Es como si dieran la bienvenida a cada nueva mañana.

Un ejemplar macho de sisón.
Un ejemplar hembra.

Las hembras, escondidas entre las espigas del cereal, se desplazan por los distintos campos para escoger el "mejor bailarín". Son ellas las que eligen a la pareja, copulan y se hacen fundiciones para criar solas a sus polluelos. Podríamos llegar a pensar que el rol del macho, que sólo aporta sus genes, es sencillo, pero son muy pocos los escogidos que logran emparejarse.

Comprender esto es fundamental para cualquier estrategia de conservación, y la investigación de los científicos se ha focalizado, en buena parte, en averiguar las necesidades ecológicas de las hembras, especialmente en el período de crianza. Una de las más importantes es, sin duda, la abundancia de zonas ricas en insectos para alimentar a las crías. Un pollito de sisón puede llegar a tragar cerca de 200 insectos de buen tamaño al día, como langostas o saltamontes.

Hábitat de peor calidad

Hace unas semanas el Observatorio del patrimonio natural y la biodiversidad actualizó el Índice de Planeta Viu, que analiza la pérdida de poblaciones de fauna salvaje en Cataluña. Los datos señalaron una bajada media del 28% de las poblaciones de animales salvajes en nuestro país entre los años 2002 y 2023. Por hábitats, el mayor descenso lo alcanzaron los ambientes agrícolas, con un 40%.

El estado actual de los secanos cerealistas es el resultado de factores relacionados con el medio físico, como la pluviosidad, pero también, y en buena parte, de aspectos socioeconómicos, como son las variedades de cultivos y los diferentes usos del suelo.

Pero, ¿cuáles son los problemas concretos a los que se enfrentan los sisons y, por extensión, también el resto de especies de pájaros esteparios?

En primer lugar, la desaparición del ganado en libertad que, gracias a su pastoreo moderado y constante, evitaba que los matorrales invadieran las zonas de hierba baja. En segundo lugar, el aumento de unas prácticas agrícolas más intensivas destinadas a maximizar los beneficios que utilizan toda la tierra disponible y eliminan los márgenes de los campos llenos de una mal llamada maleza, extremadamente rica en insectos. Y muy importante también, el uso indiscriminado de herbicidas, insecticidas y fitosanitarios, además de la proliferación de nuevos usos e instalaciones como granjas, extracciones de áridos, polígonos industriales, infraestructuras viarias o vertederos, por citar algunos ejemplos.

Esta pérdida progresiva de la calidad de hábitat ha provocado que el éxito reproductor del sisón sea bajo, ya que, de media, sólo una de cada cuatro hembras es capaz de criar un piojo al año.

Una banda de sisons en la plana de Lleida.
Huellas de sisón en un camino agrícola.

Detener el tiempo

El epicentro del problema es cómo los gobiernos europeos deciden aplicar la Política Agrícola Común (PAC) y subvencionar a sus agricultores. Las políticas gubernamentales fomentan más bien una agricultura industrial, en lugar de una producción local que diversifica las economías en los entornos rurales. El impacto en los secanos de Lleida ha sido profundo en los últimos años y la pérdida de este paisaje pseudoestepario sigue avanzando. Ahora predomina el monocultivo de cereales y casi han desaparecido los barbechos y los campos y márgenes floridos.

Entonces, ¿cuál podría ser la solución? El secreto para ayudar a los sisons es detener el aumento de la agricultura intensiva y conseguir que los programas agroambientales que compensan a los agricultores sean realmente efectivos.

Las fotografías de las bandadas invernantes en vuelo que permiten censar a la población no reproductora presente en el Pla de Lleida.

En otros países donde también existen sisons, como Francia y Portugal, los conservacionistas ya han demostrado que los programas agroambientales pueden evitar la destrucción de nidos de sisón y aumentar la supervivencia de los piojos con una solución relativamente sencilla: contrarrestar los problemas creados por los cereales de cosecha temprana y pagar a los agricultores para que retrasen la siembra. De esta forma, los agricultores siguen obteniendo su cosecha, aunque algo más tarde, y reciben una prima en metálico para ayudar a la supervivencia de los sisons. Y en los secanos de Lleida, los agricultores de las zonas de especial protección para las aves (ZEPA) designadas por la UE (como Bellmunt-Almenara, Plans de Sió y Belianes-Preixana, entre otros) reciben una compensación si deciden dejar algunos campos sin cultivar.

La bióloga Olga Jordi observando tejidos epidérmicos vegetales procedentes de heces de sisón en la Universidad de Barcelona.
Santi Mañosa, doctor en biología, buscando sisones invernando con el telescopio.

En el ámbito de la conservación, los sisons se les considera una especie paraguas porque si se le protege también se protege, de forma indirecta, otras especies de pájaros amenazadas que forman parte de estos ecosistemas esteparios, como el aguilucho cenizo, el cernícalo chubasco, el torcido, el arrendajo azul. Por todo ello, el sisón podría convertirse en el icono de la conservación de las estepas europeas y, aunque su situación actual es bastante complicada, todavía estamos a tiempo.

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