El mundo se la juega este 2024

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Desplazados palestinos en Al Mawasi, en el sur de la franja de Gaza.

A veces puede parecer un tópico, pero en el caso del 2024 no parece exagerado afirmar que el año será clave para el futuro del planeta a corto y medio plazo. La razón es que a los múltiples conflictos que están en marcha, con un enorme potencial desestabilizador, como el de Rusia-Ucrania y el de Israel-Palestina, hay que sumar que el próximo año la mitad de habitantes del planeta, unos 4.000 millones, están llamados a las urnas. Esto es así porque coinciden las elecciones europeas, con casi 500 millones de electores, con las de países como India, Rusia, México y, sobre todo, Estados Unidos.

En efecto, la posibilidad de que Donald Trump gane las elecciones presidenciales estadounidenses de noviembre de 2024 pondría boca abajo toda la geopolítica internacional. De entrada es posible que cortara el apoyo a Ucrania para acercarse a la Rusia de Putin y también a China de Xi Jinping. De hecho, estas elecciones serán cruciales para el futuro de Vladimir Putin, que previsiblemente arrasará en las elecciones rusas de marzo y espera con candeletas que una victoria de Trump en noviembre le permita salir airoso de la fallida invasión de Ucrania. En cambio, una nueva victoria de Joe Biden le pondría las cosas muy difíciles al líder ruso. Pero una victoria de Trump no afectaría sólo a las relaciones internacionales, sino que pondría en cuestión todos los avances que ha hecho la comunidad internacional en materia de lucha contra la crisis climática, uno de los grandes retos de futuro.

La Unión Europea también vivirá su particular todo o nada en las elecciones de junio, en las que el auge de la extrema derecha podría alterar las mayorías en el Parlamento Europeo y convertir esta institución, que siempre ha sido un motor del proyecto europeo , en un freno. Habrá que estar, pues, muy atentos tanto al resultado de los dos grupos de tendencia ultra que existen ahora en la cámara como al comportamiento del Partido Popular Europeo, que bajo el liderazgo de Manfred Weber amenaza con abandonar el clásico consenso bipartidista con los socialdemócratas para abrazar las tesis de la extrema derecha e imponer su agenda, por ejemplo, en materia de control de la inmigración.

Sin embargo, el conflicto que tiene mayor capacidad para envenenar la escena internacional es el que se desarrolla a horas ahora en la franja de Gaza. Dos meses después del inicio de la invasión, Israel todavía parece lejos de su objetivo, es decir, destruir a Hamás, y lo que es más grave: no tiene todavía un calendario realista y creíble sobre la mesa. Lo único invariable es el aumento constante de civiles palestinos muertos, que serían ya 20.000 según las autoridades de la Franja, un goteo que está haciendo virar a la opinión pública mundial y exasperando especialmente a los países árabes. La comunidad internacional, y en especial Estados Unidos, debe presionar a Benjamin Netanyahu para que detenga los bombardeos y se inicie un proceso negociador serio. Si esto no ocurre, en el 2024 podemos ver cómo el conflicto se enquista o, aún peor, se expande, con actores muy peligrosos como Irán. En un año, cuando hacemos un nuevo balance, sabremos si estamos peor o mejor que hoy.

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