Cómo se cría un niño en... Bélgica (6)

El paraíso de la conciliación laboral

Bélgica ofrece esplais a precios muy accesibles por las tardes y vacaciones, y los padres pueden salir antes del trabajo para cuidar a sus hijos

25/11/2023
4 min

BruselasDiego Velázquez es periodista y, al igual que su esposa, trabaja hasta las cinco o las seis de la tarde. Estos horarios están dentro de la normalidad de los estándares de Bélgica y, por tanto, ninguno de los dos acaban excepcionalmente temprano. Sin embargo, los diferentes casales públicos bien de precio que ofrece el sistema educativo belga facilitan que puedan gozar de una buena conciliación laboral. "En este sentido, no podemos quejarnos lo más mínimo", admite Velázquez, que es de origen luxemburgués pero lleva casi diez años viviendo en Bruselas.

Concretamente, sus hijos, que tienen uno y tres años y estudian en la escuela pública flamenca, comienzan entre las 8 h y las 8.30 h y terminan alrededor de las 15.30 h, menos el miércoles, que terminan un poco antes, entre las 12 y las 13 h. Ahora bien, el propio sistema educativo belga les ofrece diferentes casales de tarde a un muy buen precio que suelen alargarse hasta las 17.30 h. Los chavales también pueden apuntarse a este tipo de extraescolares cuando son vacaciones.

60 euros mensuales

Los espacios y las diferentes actividades cuestan como máximo 60 euros mensuales, y existen exenciones y reducciones de precio para familias con pocos recursos. Además, los padres pueden elegir a qué centros quieren llevar a sus hijos y qué actividades prefieren que realicen. "Es muy variado, hay lugares que sólo les vigilan o sencillamente les ayudan a hacer los deberes, pero hay muy divertidos e interesantes, en los que pueden hacer teatro o, entre otras actividades, circo", detalla Velázquez. En este sentido, tal y como explica Laura García —madrileña que lleva más de 15 años en Bruselas—, los precios varían mucho. "En octubre pagué sólo cuatro euros por una semana de plaines, que son como una especie de parques infantiles sin ningún programa específico. Y 20 euros por una semana de talleres, que ya es un proyecto más trabajado y con diferentes actividades", añade García.

Ahora bien, aunque hay plazas garantizadas para todos, Velázquez explica que las actividades más entretenidas tienen mucha demanda y las plazas se acaban deprisa. También hay, claro, los típicos problemas de logística: el casal al que quieren ir los niños a veces está lejos de casa o de su escuela, y los padres no los pueden llevar de un lugar a otro, por eso, apunta Velázquez, hay que hacer equilibrios y hay familias que al final deben optar por las actividades que les son más prácticas por cuestiones meramente organizativas.

Sin embargo, también hay padres que optan por otras alternativas a los casales: "Depende del centro al que vayas y de los monitores, pero a veces no hacen nada muy estimulante y cuando eran pequeños me parecía que ya pasaban suficientes horas en la escuela", explica Runa Monstad, que tiene un hijo de 10 años y una hija de 16 que estudiaban en una escuela francófona y ahora acuden a un instituto internacional privado. Así pues, Monstad, directora de la oficina de la región noruega de Stavanger en Bruselas y tiene más o menos los mismos horarios que Velázquez, prefiere contratar a una canguro antes que dejarles más horas en el instituto.

En cuanto a las guarderías, también hay una gran oferta pública ya unos precios progresivos según los ingresos de cada familia. Cuanto más se cobra, más debe pagarse. "La cuota máxima es la que nos corresponde a nosotros, que son unos 400 euros al mes", dice Velázquez, quien también explica que en general los padres deben pagar bastante menos, y que a partir de los tres meses ya se pueden llevar los hijos en la guardería.

Ahora bien, también hay quejas. Los padres coinciden en criticar que las bajas parentales son demasiado cortas y no contribuyen en ningún caso a la conciliación laboral. "Son sólo unos cuatro meses y tan sólo cobras unos 700 euros, aunque tu sueldo sea mucho más alto", critica Velázquez.

Eso sí, García agradece que las mutuas sanitarias, que en Bélgica todo el mundo debe tener, envíen a un cuidador para que cuide al hijo cuando enferma por un precio módico, unos 15 euros por 8 horas. Además, los contratos belgas prevén que los padres puedan ahorrarse unos días de trabajo al año para cuidar a sus hijos. "Los miércoles, por ejemplo, que los niños salen antes, mucha gente pliega al mediodía de trabajar y nadie te mira mal, es algo bastante generalizado", explica García.

La escuela flamenca y la francófona, dos mundos diferentes

Bélgica y, concretamente Bruselas (la única parte oficialmente bilingüe del país), es un estado muy dividido entre la región y la comunidad francófona y la flamenca. Y esto también queda patente en la educación. Tienen horarios, vacaciones y sistemas distintos. Además para acceder a la escuela flamenca, los padres deben demostrar que dominan el idioma. "Te hacen un examen y todo", explica Velázquez.

El objetivo de esta medida es garantizar el derecho de los ciudadanos belgas a ser educados en un ambiente completamente flamenco y de inmersión lingüística, si bien dificulta que los francófonos tengan allí acceso. En este sentido, los hablantes de flamenco tienen prioridad para entrar en estas escuelas. De hecho, Velázquez apuntó a su hijo a la educación flamenca porque les era más fácil conseguir plaza y porque su barrio es predominantemente flamenco. En cambio, Monstad apuntó a sus hijos a la escuela francófona porque, "aunque tiene menos reputación", en la zona donde viven se habla más el francés.

Los apuntes
  • Las vacaciones escolares

    Tanto el sistema educativo francófono como el flamenco hace pocos años modificaron el calendario escolar y han recortado los días de vacaciones en verano (comienzan el primer viernes de junio y terminan el último lunes de agosto) para redistribuirlos a lo largo del año. Los flamencos celebran una semana de fiesta alrededor de Todos los Santos y otra en febrero y mayo, así como las tradicionales de Navidad y Semana Santa. Por el contrario, los francófonos tienen dos semanas de vacaciones cada dos meses (octubre, diciembre/Navidad, febrero y mayo).

  • La comida en la escuela

    Los padres tienen la opción de llevarse a los niños a comer a casa, pagarles el menú escolar o que coman de fiambrera. En todo caso, durante la educación infantil las comidas son gratuitas y, más adelante, los precios son muy bajos, en torno a tres euros por almuerzo.

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