La anterior novela de la saga Terra Alta, Independencia, estaba ambientada en Catalunya. Ahora coge el avión y parte hacia Mallorca, concretamente a Pollença, una zona muy discreta. ¿Por qué eligió este pueblo?
— La clave es que han pasado diez años desde Independencia. La hija de Melchor Marín, el bibliotecario y expolicía, tiene 17 años y se va de vacaciones con una amiga a Mallorca. Lo hace después de pelearse con su padre porque ella descubre que le ha mentido en relación a la muerte de su madre. Elegí Mallorca porque es el destino casi inmediato de los adolescentes catalanes al acabar el bachillerato. Cuando vi que era inevitable me di cuenta que tenía un problema: yo no conocía Mallorca. Pero bueno, escribir novelas es meterse en problemas.
Sin embargo, habrá recorrido la isla, porque las descripciones de los lugares y las carreteras no tienen pérdida.
— Escribir ficción no es exactamente escribir una mentira, pero se asemeja, porque ninguna de las dos cosas ha pasado. Entonces, para hacerlo verosímil necesito documentarme mucho. Una editora de Planeta que tiene una casa en la isla me presentó al artista Biel March, de Pollença. Lo defino como el productor ejecutivo de la novela, porque me ayudó mucho a encontrar los escenarios adecuados. Con todo esto el texto es persuasivo y verosímil; la gran sorpresa ha sido descubrir que el escenario es mucho más propicio de lo que me imaginaba. Lo que pasa en esta novela podría pasar en cualquier lugar, pero Mallorca en general y Pollença en particular son los lugares ideales y perfectos para que pase. Tampoco quería describir muchísimo la sociedad mallorquina. Necesitaba un lugar con gente extremadamente rica.
En este caso, Marín viaja a Mallorca para encontrar a su hija, que ha desaparecido. Todo lo que encuentra son trabas de gente corrupta. Carrasco, el personaje que ayuda a Marín, le dice: “La corrupción. Este es un sitio acostumbrado a ella, aquí desde hace ochocientos años la corrupción no es una cosa excepcional, es la forma natural de vida”.
— Entiendo que los mallorquines que se amen Mallorca sean brutalmente críticos con la isla, de eso va querer un lugar. Si un día podemos recuperar la palabra patriotismo, cosa que dudo, tenemos que saber que patriota es quien es crítico con el país. La gente también suele pensar que lo que pasa en su país no pasa en ningun otro sitio, pero eso es falso. Hay corrupción por todas partes. Pero es cierto que el lugar era propicio por dos cosas. Primero porque Pollença es una zona de gente megarrica. Tan rica que ni se sabe que viven allí. Es un lugar muy discreto, en un extremo de la isla. La segunda es que en Mallorca conviven dos sociedades: la extranjera, más abierta, cosmopolita y mezclada, y otra que es más tradicional, que ha preservado su cultura y su lengua. Este cóctel convierte la isla en un escenario más propicio para un caso así.
Además de la corrupción, la impunidad y los abusos de poder, el tema protagonista es la opresión contra las mujeres a partir de abusos y agresiones sexuales.
— Este es un tema del cual, como sociedad, no éramos conscientes hasta no hace mucho. No hemos sido educados en esta cuestión, que es absolutamente trascendental. Tiene una magnitud inmensa y monstruosa. Esta es una lucha de liberación, de las de verdad. A veces tengo la impresión de que hay mujeres que piensan que esta lucha la pueden hacer solas, sobre todo porque existe el riesgo de que haya abusos. Pienso que es cosa de todos.
“Cuanta más democracia, menos impunidad”, dice uno de los personajes del libro. Mientras leía el libro se hacía público que la Fiscalía archivaba las investigaciones a Juan Carlos I. ¿La del estado español es una democracia poco sana?
— La democracia consiste en el hecho de que todo el mundo es igual ante la ley, y los primeros tienen que ser el rey y los políticos. Eso es una auténtica democracia. Pero también es cierto que la democracia perfecta no existe porque es una dictadura. Justamente, lo que define la democracia es que es infinitamente perfectible. Se tiene que luchar por la impunidad cero. Estoy de acuerdo en todo lo que dice este personaje, el de Carrasco, porque representa la integridad. El dinero, ya lo sabemos, da impunidad, y esa es nuestra lucha. Quizás no podemos llegar a la perfección, pero se tiene que reducir al mínimo posible, empezando por Juan Carlos I.
Con esta novela dice que cierra la trilogía Terra Alta, pero el final es abierto.
— Yo me había imaginado cuatro volúmenes, pero al final han sido tres. Sabemos cuando empiezan las historias, pero no cuándo acaban. Coppola no sabía que haría tres películas de El Padrino. Es lo que pasa cuando creas un mundo en el cual la gente está viva. Pero lo que está claro es que la presión del lector está. Ellos quieren que haga más.
Pese a la crudeza de los temas que trata, en el libro se percibe mucho amor en muchas formas diferentes.
— Es una de las novelas más luminosas que he escrito, llena de gente normal que se juega la vida por una causa justa. La complejidad de los personajes está por debajo, no tiene que ser visible. Espero haberlo conseguido.
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