La política del juego limpio

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Sabrià gesticula durante la rueda de prensa donde ha dado a conocer su dimisión

La dimisión del viceconsejero de Estrategia y Comunicación del Govern, Sergi Sabrià, era el paso lógico, en el ámbito de la asunción de responsabilidades políticas, después de que el ARA destapara que los carteles contra Ernest Maragall de las últimas elecciones municipales habían salido de las filas de ERC y, en concreto, apuntara a él como una de las personas de la dirección del partido que coordinaba estos actos de contracampaña. En su comparecencia, Sabrià ha admitido que hoy en día "las campañas no son tan bonitas como quisiéramos", una forma de intentar justificar y quitar hierro a estas acciones. Es evidente que ERC no es ni ha sido el único partido que ha recurrido a estas estrategias de juego sucio político, pero eso no es una excusa. Los carteles no fueron una seta, sino la consecuencia de optar por un tipo de comunicación concreto en el que, con la impunidad que daba saber que nadie le vincularía al partido, se traspasaban todas las líneas rojas. Los partidos son puntales del sistema democrático, y si se caen en la tentación de la antipolítica como la que representa este caso, se está abriendo la puerta al populismo.

La investigación del ARA sobre la estructura B de ERC debería servir para expulsar la toxicidad que en los últimos años se ha instalado en el debate público y para apostar por la transparencia y el respeto mutuo. Una de las funciones del periodismo es precisamente la denuncia de los excesos del poder político, sean en forma de fake news, campañas de difamación de oponentes o simplemente intentos de manipular a la opinión pública provocando empatía hacia un candidato determinado, como fue el caso. Eso sí, después de un riguroso proceso de verificación de todos los detalles. Los partidos deberían ser conscientes de que es por cosas como ésta que mucha gente se ha ido alejando de la política últimamente, cuando no ha abrazado directamente opciones populistas y de trazo grueso. Tienen la obligación de ser ejemplares porque en el barro siempre habrá alguien que les va a superar.

Por eso creemos que sería interesante que todos los partidos presentes en el Parlament se comprometieran a favor de un debate público limpio y sano, sin sectarismos, manipulaciones ni ataques personales denigrantes. Los partidos no pueden convertirse en sectas de acólitos sino que deben ser espacios de discusión y colaboración, porosos y abiertos al resto de la sociedad. Tienen que ser capaces de atraer a los mejores para ocupar los cargos públicos, y no ser estructuras de poder donde sólo se premia la fidelidad al líder porque eso nos aboca al reinado de los mediocres. La comunicación política debe ser, como decía Campalans, pedagogía y no demagogia. Y la educación y los buenos modales no deben perderse nunca, incluso ahora que la extrema derecha ha hecho agujero y ha entrado en nuestras instituciones.

Mientras tanto, el ARA continuará investigando y publicando lo que crea que la ciudadanía debe conocer, con la esperanza de que sirva para hacer del mundo un lugar un poco mejor. Porque el objetivo de la prensa libre e independiente debe ser, precisamente, ser útil a la sociedad.

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