Biomedicina

Éstas son las nuevas vacunas que llegarán

Los avances recientes hacen prever una época dorada de estos fármacos

Botes de vacunas
09/12/2024
4 min

Las vacunas son uno de los grandes logros de la historia de la medicina. Lancet hace algunos meses por científicos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) calculaba que, desde que en 1974 esta institución comenzó el programa para hacerlas llegar a todos los niños (Expanded Programme on Immunization o EPI), han reducido la mortalidad infantil entre un 40% y un 50% y han salvado su vida a 154 millones de personas. Por no hablar de las complicaciones de salud que han evitado, algunas muy graves, como las secuelas de la polio y el sarampión. Estos y otros datos demuestran con contundencia que dudar de la eficacia y seguridad de las vacunas está al mismo nivel que creer que la Tierra es plana.

El principio básico de la vacunación es tan simple como ingenioso. Se trata de "entrenar" el sistema inmune para que pueda destruir con mayor eficacia al enemigo, normalmente un microbio que nos infectará en un momento u otro. Esto, tradicionalmente, se había hecho con el mismo microbio muerto o inactivado y, más adelante, sólo con las partes del invasor suficientes para generar la respuesta, los llamados antígenos.

Desde hace algunos años se está intentando extender esta idea más allá de la prevención de infecciones. Al fin y al cabo, el sistema inmune hace muchas más cosas, como eliminar las células propias que no funcionan de manera adecuada. Por eso es una de las herramientas que evita la aparición de tumores, al menos durante las primeras décadas de la vida, porque destruye eficazmente las células que se están transformando en malignos.

De preventivas a terapéuticas

Teniendo esto presente, ya se están desarrollando vacunas "terapéuticas", es decir, que no van a prevenir enfermedades, sino que activarán el sistema inmune para que solucione un problema que ya existe, como por ejemplo el mismo cáncer. en marcha ensayos clínicos de las primeras vacunas contra los cánceres de pulmón y de ovario. Y los avances en este campo no paran: hace unas cuantas semanas, Nature publicaba un artículo de un grupo de la Universidad de Columbia que ha modificado genéticamente una bacteria para que fabrique grandes cantidades de unos antígenos concretos y así obligue al sistema inmune a atacar a los tumores. Éste sería un nuevo formato de vacuna, que parece que podría ser más efectivo que los sistemas que se han probado hasta ahora, entre otras cosas porque se podría personalizar para cada paciente y porque parece que también es efectivo contra las metástasis, cuando el tumor ya se ha esparcido. Por el momento sólo se ha probado en ratones.

Las vacunas contra el cáncer no son todas terapéuticas, también las hay tradicionales, como la del papiloma (o HPV), un virus responsable de más del 95% de los cánceres de cuello de útero. La campaña de inmunización mundial de niñas que comenzó a principios de este siglo, seguida una década después de la vacunación de los niños (para evitar que hagan de portadores y transmisores del virus), tiene el potencial de erradicar prácticamente la enfermedad, según sugieren los primeros datos: un estudio pionero publicado en Lancet en 2021 calculaba que el porcentaje de ese cáncer había disminuido un 90% en las mujeres de veinte años que habían recibido la vacuna en Reino Unido.

Una época dorada

Estamos a punto de entrar en lo que podría ser una nueva época dorada de las vacunas. Sin embargo, la desconfianza, difundida principalmente a través de las redes sociales puede hacer descarrilar estos esfuerzos. El impulso que este campo recibió durante la crisis de la Covid-19, gracias a un inaudito influjo de recursos tanto humanos como económicos, permitió poner a punto tecnologías que, en condiciones normales, habrían tardado más en llegar al público. Por culpa de la desinformación (y, a veces, de la mala intención) se extendió la idea de que las nuevas vacunas de ARN eran una tecnología que se había desarrollado a toda prisa y, por tanto, podía ser peligrosa.

Pero enviar ARN a una célula encapsulándolo en grasas, el proceso central de estas vacunas, para que fabrique una proteína que pueda hacer de antígeno activador de la inmunidad, ya se había hecho por primera vez en 1978 Más aún: en 1993 se probó en ratones la primera vacuna de ARN contra la gripe y, después de veinte años de optimizaciones, se realizaron los primeros ensayos clínicos en humanos (en 2013 una vacuna contra la rabia y en 2015 contra la gripe). Cuando llegó la pandemia, sólo faltaba el empuje final.

La flexibilidad y rapidez que ofrece la tecnología del ARN podría hacer que muchas vacunas pasaran a usar este sistema. Con estas herramientas ya del todo a punto, y con su eficacia y seguridad más que demostradas, ahora se podrán realizar progresos sustanciales en poco tiempo, lo que ayudará, por un lado, a definir nuevas vacunas terapéuticas y, por otro, permitirá la reformulación de las vacunas tradicionales para hacerlas más efectivas. Muy probablemente veremos mejoras considerables en estos fármacos a lo largo de las próximas décadas, pero habrá que hacer mucha pedagogía simultáneamente para que la desinformación no siga extendiéndose y todo el mundo entienda la importancia que tienen y la utilidad de estos avances.

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