Un viaje maravilloso

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Botticelli se inspiró en De rerum naturaleza de Lucrecio para pintar esta obra de los Uffizi de Florencia.

Un día Giovanni Cimabue vio a un niño, hijo de un pastor, que con una piedra dibujaba un cordero sobre la roca. Aquel niño, que tenía un don, era Giotto y su gesto –dibujar del natural– fue revolucionario. Antes de él, el arte quería reflejar lo sobrenatural. La realidad no contaba. Giotto prescindió de filtros intelectuales, rompió la rigidez bizantina, tan rígida i dorada. Hizo caso a lo que décadas antes había dicho san Francisco: volver a la sencillez natural, desnuda. Animales y plantas, hombres y mujeres cobran una nueva vida en los frescos de Asís y en la capilla de los Scrovegni en Padua, incluido el beso apasionado entre santa Ana y san Joaquín.

A menudo miramos cuadros famosos sin saber nada de su génesis. A muchos críticos de arte también les ocurre que saben poco de la naturaleza que se plasma. Para unos y otros, el escritor Martí Domínguez, biólogo humanista, nos acompaña en un recorrido por la historia del arte fijándose cómo los pintores han mirado la naturaleza, desde el gesto de Giotto hasta el imago mundi del Gauguin polinésico –el cuadro ¿De dónde venimos? ¿Qué somos? ¿Dónde vamos?–, con un guiño final al Barceló seducido por el mar y la sabana. Un viaje maravilloso.

Del natural (Ediciones 62), premio Bones Lletres de ensayo humanístico, relata esta evolución estética que también es ideológica. De Giotto saltamos a Masaccio, el primero en experimentar con la perspectiva. Ya estamos en el Renacimiento. Hiperrealista avant la lettre, Masaccio se inspira en la escultura griega, y romana y en la florentina capilla Brancacci pinta un Adán y Eva en su más cruda desnudez. La siguiente revolución la hacen los hermanos Van Eyck, que dejan el temple al huevo y pasan a la pintura al óleo, con la que dan mayor exactitud y finura a las formas. Un avance técnico que les acerca a la naturaleza tal y como es. A partir de aquí, la pintura flamenca rebosa de detalles. En el espectacular Políptico del cordero místico (de nuevo un cordero, como con Giotto), sólo en la mesa central hay dieciocho especies botánicas. Creadores del paisaje pictórico, los Van Eyck vierten vida palpitante.

I qué pasa entonces en Italia? Pisanello, Piero della Francesca, Benozzo, Ghirlandaio, Botticelli, Piero de Cosimo, Mantegna. El Quattrocento es luminoso y fascinante, un zoo, un jardín. También es humanismo y búsqueda de la belleza. Botticelli demuestra un conocimiento etnobotánico fascinante: ha leído De rerum naturaleza de Lucrecio, a quien dedica la Alegoría de la primavera, en la que hay más de 50 tipos de plantas afrodisíacas al rededor del maravilloso naranjo florido, símbolo de los Médici.

Después vienen los tres dioses mortales: Leonardo da Vinci, Miguel Ángel y Rafael. Y entre el norte y el Mediterráneo, Durero, el mayor dibujante: cuánta precisión y belleza en su rinoceronte, en el famoso escarabajo, en las mariposas. Leonardo ya no sólo intenta pintar de lo natural y ser fiel a la naturaleza, sinó también entenderla. Hace arte y ciencia: estudia geología, botánica, zoología, cuerpo humano. Todo. Mientras pinta la Gioconda, escribe el Códice sobre el vuelo de los pájaros. Lo único que no tenía, incluso que rehuía, era sensualidad, que es lo que aportan Miguel Ángel y Rafael.

La historia no se detiene aquí. Están las naturalezas muertas modernas, sobre todo en el norte protestante. Calvino no quería arte en las iglesias, por eso los artistas se buscaron la vida con encargos de los burgueses: cuadros de pequeño formato para las casas particulares, retratos y naturalezas muertas, un género en que tambien destacará Caravaggio.

La próxima parada es ya el paisaje romántico, con Goethe como precedente intelectual de Friedrich. Goya y su bestialidad humana no tienen continuidad. Se impone el pintoresquismo y el paisajismo puro: los cielos de Constable, las tormentas de Turner, las nieblas de Friedrich, los caballos de Géricault, y los corzos i las olas de Courbet, que también nos ha dejado el paisaje humano de El origen del mundo (la naturaleza del sexo femenino en un preciso primer plano).

Y de su mano llegamos al impresionismo, un nuevo plein air: Monet, Manet, Cézanne, Pissarro, Degas, Van Gogh, Gauguin..., inicio de una desconstrucción de la naturaleza. Aquí acaba el recorrido de Martí Domínguez, no sin reclamar, sin subterfugios y de la mano de Barceló, un retorno del arte a la naturaleza.

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