Administraciones: acabad con la burocracia digital

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Una persona realiza gestiones en un ordenador en una imagen de recurso.

Castañas de Viladrau, hamburguesas de las Guilleries, manzanas y sidra de montaña, pan de Manlleu, croquetas de Rubí, avellana de Reus, chuchos de Girona, patata de Olot, pasta sin gluten del Berguedà, cerveza artesana, vino, cava, infusiones , agua, embutidos, quesos, conservas, licores, aceite, chocolate... En el Concurso Nacional de Butifarra Catalana (de la de comida), en el aula de cocina vi las demostraciones de Clara y Carlota Puigvert Puigdevall y la Yolanda Bustos. Todo esto, este fin de semana, en la feria Orígens de Olot.

Es el tipo de feria de tamaño asequible, en el que todas las paradas son golosas, pero, sobre todo, tienen alma. En todas ellas se adivina un proyecto de vida, una dedicación al producto, un trabajo para ofrecer un alimento de calidad que se asome al mercado en una época en la que prima la cantidad. Puestos de campesinos, obradores, bodegas y tiendas, gente laborable, que las pocas horas que tienen libres deben dedicarlas a pelearse con la burocracia y, si hay suerte, poder obtener una ayuda europea que llegará cuando ya hayan tenido que pagar todos los proveedores, todos los sueldos y todas las seguridades sociales.

El jueves, el alcalde de Girona decía al ARA que el peor descubrimiento de los cinco meses que lleva siendo alcalde es la burocracia. Pues si le molesta a un alcalde, imagínese a un administrado. No hay derecho a que en la época digital cobrar una factura, obtener un permiso o recibir una subvención sea tan difícil. ¿Para quién trabaja, la administración, para proteger a los administradores o para servir a los administrados? Deberes para los legisladores: hacer la vida más fácil a la gente, que suficiente trabajo tiene en ganarse la vida.

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