Aldama, otro síntoma

El empresario Víctor de Aldama y Daniel Esteve de Desokupa llegando al Tribunal Supremo.
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Víctor de Aldama, el comisionista del caso Koldo/caso Ábalos, se presentó a declarar el lunes en el Tribunal Supremo acompañado nada menos que de Daniel Esteve, líder de Desokupa, uno de los pronazis, o protonazis, o nazis a secas, más reconocidos de las Españas. Aldama es uno de esos personajes que obtienen una fama abrupta, y pasan de un oscuro. anonimato a convertirse en la atracción de todos los focos de un momento a otro por algún motivo más o menos despampanante. , con Pedro Sánchez a la cabeza, en un entramado corrupto del que él mismo, Aldama, formaba parte como corruptor. Esto no impidió que el juez le dejara salir. de la cárcel provisional en la que se encontraba por el llamado caso de los hidrocarburos, en el que el locuaz examigo de José Luis Ábalos defraudó muy presuntamente 182 millones de euros a la hacienda pública Sin embargo, quedó en libertad.

A partir de ese momento hemos ido recibiendo informaciones sobre Aldama, y ​​todas son entre desagradables e inquietantes. Se trata de un tipo fantasioso que se atribuye conocimientos y situaciones más bien improbables... con la excepción de aquellas que son reales. Por ejemplo, Aldama sí recibió una medalla de la Guardia Civil aún no se sabe por qué méritos (medalla aprobada en un autogol del ministerio de Interior de Marlaska: se ve que nadie mira estas medallas y se aprueban por inercia, como tantas cosas en la administración). Y es cierto que la buena relación de Aldama con la Benemérita llega hasta el punto de haber ido a realizar prácticas de tiro con armas de fuego en los campos de entrenamiento de este cuerpo de seguridad. Preguntado al respecto, un mando de la Guardia Civil se limitaba a reconocer, con una sonrisa apacible, que habían tenido "una deferencia con un buen amigo". Es un gusto saber que la Guardia Civil es tan amistosa con los ciudadanos o con los particulares (utilizo las dos palabras con las que Isabel Díaz Ayuso se refiere a su pareja, Alberto Gómez Amador, otro delincuente no presunto sino confeso que, no sin embargo, sufre, según la propia Ayuso, una persecución de estado).

Finalmente, Aldama se presenta de la mano con la cabeza de filas de Desokupa (una banda violenta de extremísima derecha, muy mal camuflada como empresa de seguridad privada) ante el Supremo, que ese mismo día –ahora que lo mencionábamos– admitió a trámite una demanda de Gómez Amador contra la ministra de Hacienda, María Jesús Montero. Un defraudador demanda a la ministra de Hacienda y el Supremo lo admite, como admite que otro defraudador comparezca a declarar acompañado de un gorila aficionado a los símbolos fascistas. Nada, es notarlo, porque parece que este tipo de personajes y escenas de esperpento se hayan convertido en lo más normal y más habitual en la vida pública española. Aldama, Esteve, Amador, Ayuso: todos los nombres aquí mencionados son gente irrisoria, insignificante. Pero su suma en torno a una institución como el Supremo es sintomática.

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