El análisis

El análisis de Antoni Bassas: "Borràs, Rosell y Colau"

Ganaba Colau, por un punto a Ernest Maragall y claramente a Jaume Collboni. Pero Colau recibía la peor nota en siete años, un suspenso. ¿Qué quiere decir esto? Que Colau mantiene el voto de los suyos y que, pese a la insatisfacción que provoca su gestión, no ha aparecido ninguna alternativa con fuerza

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Laura Borràs, Sandro Rosell y mil millones de euros para el ministerio de Defensa son los titulares de hoy. Aunque no todos estos titulares pesan igual, todos hablan de poder. 

El que más, el de los mil millones. Es un crédito que el consejo de ministros aprobó ayer para el ministerio de Defensa, con gran disgusto de la vicepresidenta Yolanda Díaz, que preferiría tragarse un sapo antes de que salir en la foto del gobierno que empieza a aumentar el gasto militar. Este es el poder más grande de todos, el del lugar que ocupamos en el mundo: estamos en la OTAN, estamos en Europa y estamos en guerra, híbrida y relativamente lejana, pero en guerra. Y las razones de estado siempre derrotan a las ideologías. El PSOE decía en 1981 que la OTAN, de entrada, no, y nos acabó manteniendo. Cuán fuertes han de ser esas razones de estado, cómo tiene que ser ese poder, que con una inflación del 10% y unas perspectivas muy duras para los próximos meses, un gobierno progresista aprueba más dinero para Defensa.

Laura Borràs se resiste a ser apartada del poder, por los tribunales y por Esquerra. Porque la comparecencia de ayer de Borràs es un aviso a Esquerra de que la presidenta del Parlament piensa batallar por su posición hasta el final. Si Marta Rovira y Marta Vilalta sugirieron/pidieron a Borràs que dejase el cargo por el bien del Parlament, Borràs cambió la frase: es precisamente por el bien del Parlament que no piensa dimitir.

Borràs tiene razón en que la investigación sobre el caso fue prospectiva, es decir, que la policía investigaba a otra persona y ella apareció en unos correos de esta persona. La presidenta dice que si en vez de ella hubiera aparecido un desconocido, quizás no la habrían investigado como a ella. Es bastante probable, pero no se puede demostrar. Y que Esquerra la quiere apartar de cualquier carrera a la presidencia de la Generalitat salta a la vista, porque Borràs es el activo electoral más popular de Junts. Pero esto no le exonera de una investigación sobre fraccionamiento de contratos que, por muy frecuente que sea en la administración, supone una mala praxis. Ahora Junts y Esquerra han puesto las cartas sobre la mesa y Borràs, que es guerrera nata y ha desarrollado una coraza muy gruesa en forma de autoestima – porque si no, no se sobrevive en política – no se dará por vencida. Esquerra tiene que tener cuidado con cómo reacciona porque tiene un interés muy importante a medias con Junts, que es el Govern. Ahora están todos avisados.

Y Sandro Rosell aparece de manera esperada en la precampaña electoral por la alcaldía de Barcelona. Digo esperada porque ya hace meses que Rosell se reúne con mucha gente para saber si tiene sentido que se presente como alcalde. En las reuniones dice dos cosas, básicamente: que con él no quiere a nadie de ningún partido político y que solo se presentará si en las encuestas de este otoño ve posibilidades de sacar un buen resultado. 

Ayer, en Catalunya Ràdio, todavía añadió otra cautela: el permiso de su madre, que dice que no tiene para presentarse, de forma que se lo ha puesto fácil para dar marcha atrás si a última hora no da el paso. Ayer Rosell se presentó como un gestor sin ideología. Bien, esto no existe. Cuando gestionas tienes que priorizar y en las prioridades está la ideología. El plan que tengas para el futuro de la ciudad explica cómo piensas. 

Rosell ha sido víctima de un abuso judicial, hecho que le crea empatías, ha sido presidente del Barça, hecho que le ahorra gastarse dinero para darse a conocer, y quiere rehabilitarse socialmente, mientras recuerda que tiene facturas pendientes con los que él cree que fueron decisivos para que acabara en la prisión. Es una candidatura que nacería, si acaba naciendo, en medio de muchas incógnitas.

Pero la incógnita principal es Barcelona, donde la situación es bien paradójica. Hace unos días, el mismo Ayuntamiento publicaba su barómetro: ganaba Colau, por un punto a Ernest Maragall y claramente a Jaume Collboni. Pero cuando pedían a la gente que pusiera notas, Colau recibía la peor nota en siete años, un suspenso. ¿Qué quiere decir esto? Que Colau mantiene el voto de los suyos y que, pese a la insatisfacción que provoca su gestión, no ha aparecido ninguna alternativa con fuerza. Y así van pasando los días en Barcelona, sin ningún proyecto alentador y con el equipo de Colau intentando desesperadamente recuperar todo el tiempo perdido en años de incivismo y suciedad galopantes, que hasta ahora no han sido atendidos.

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