BBVA, Sabadell y una banca pública catalana

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La sede histórica del Banc Sabadell en la ciudad de Sabadell.

La dinámica del capitalismo actual se concreta en procesos de concentración en todos los sectores y actividades. Aumenta la dimensión de las grandes corporaciones y, por supuesto, dicen que lo hacen en nombre de la eficiencia. En realidad, es para aumentar los beneficios inherentes, en cuanto a resultados, a la conformación de oligopolios, disminución de la competencia y una menor prestación de servicios a los ciudadanos. Lo demuestran sin duda las grandes plataformas tecnológicas, el papel fundamental del departamento de “fusiones y adquisiciones” en las grandes empresas y, por supuesto, en la concentración financiera en unas pocas firmas. Hoy en día podríamos hacernos la pregunta de qué queda, del capitalismo competitivo. Lo paradójico es que la economía de mercado, en sentido estricto, ya solo parecen defenderla los socialdemócratas. Los neoliberales –Milei, sus amigos españoles y también catalanes– quieren acabar con las regulaciones estatales, justamente para que una economía sin reglas facilite la concentración y los monopolios. Aunque, quizás, en las aulas sigan explicando la inexistente “competencia perfecta”, en realidad no les interesa la dimensión competitiva que puede generar mejores precios para los consumidores.

La posibilidad de que el BBVA absorba al Banco de Sabadell ha destapado muchas de las miserias y tendencias de los sistemas bancarios locales, pero también europeos y globales. En España, la concentración bancaria es inmensa, tanto, que se refleja en que la remuneración de los depósitos está muy por debajo de la media europea (2,4% frente al 3,2%). Esto ha llevado a que el Gobierno no haya aplaudido el intento, aunque poco tiene que hacerle más allá de pedir un informe a la Comisión Nacional de los Mercados y de la Competencia. El Banco Central Europeo impulsa la concentración bancaria, deseoso de tener grandes capitales financieros al estilo de los chinos que acaparan los rankings o los estadounidenses que les siguen. Afirman que la dimensión da mayor competitividad, pero los servicios que prestan menguan y los precios aumentan. No hay milagros. En el sector financiero las “economías de escala” significan disminuir oficinas y trabajadores, cobrar por todos los servicios, ampliar el margen financiero a base de aumentar el precio del dinero prestado mientras se empequeñece la remuneración de los depósitos. Por el camino, las "jubilaciones anticipadas" correrán a cargo, en parte, del erario público. Si no hay oficinas, ni cajeros automáticos ni casi profesionales, se demuestra que ya no estamos ante firmas prestadoras de servicios, sino de una industria financiera que se comporta de forma extractiva, especuladora, y no como un instrumento del economía. Mientras, los beneficios de la banca española son los mayores de su historia, 39.000 millones de euros los cinco mayores, mientras afirman que les perjudica la ley de “beneficios extraordinarios” que les ha obligado a ingresar sólo un 4,2% de ésta cifra.

Sobre la fusión de la que hablamos, me temo que perdamos la perspectiva. Se dice que una entidad “catalana” está a punto de desaparecer en manos de una mayor con sede en el País Vasco. Nada más lejos de la realidad. Si hablamos de la sede social, el Sabadell radica en la Comunidad Valenciana y el BBVA, en realidad, en Madrid. Pero el tema de la sede es algo más que simbólico. Ninguno de los dos bancos es ya representativo de sendas burguesías “nacionales”, ni siquiera hispánicas. Son residuales en las finanzas y en otros muchos lugares. Los mayores tenedores de acciones de toda la banca española son los mismos: Blackrock, Vanguard y Noges Bank. Son sociedades de gestión de activos, auténticos bancos en la sombra que son los que deciden en BBVA, Sabadell, Santander y CaixaBank. Aunque estos fondos de inversiones no suelen entrar directamente en la gestión de las empresas participadas, es evidente que se sientan en todos los consejos de administración y difícilmente aceptarán estrategias que les perjudiquen. Lo decíamos: ¿dónde queda la competencia? Blackrock, con casi 9 millones de activos, gestiona su equivalente a siete veces el PIB español. No intervienen directamente, pero establecen los objetivos estratégicos que tienen que ver con crear valor para su compañía. Esto significa buen reparto de dividendos y fomentar una escalada continua en bolsa. Ésta es su finalidad, que poco tiene que ver con la economía, el territorio o bien la atención a los clientes. Cuando las expectativas están agotadas, desinvierten y se van a otro lado. No sería éste un buen ejemplo de creación de riqueza para la mejora del bienestar de las personas. Por otra parte, los gestores, se llamen Josep Oliu o Carlos Torres, actúan con la misma lógica. Salarios acondicionados a resultados, al aumento de cotización y primas en forma de más acciones. ¿Estamos seguros de que con esa posible absorción Catalunya perderá una institución financiera propia? Si se cree que el país requiere un instrumento financiero a su servicio, puede que se vaya planteando la creación de una banca pública a partir del Instituto Catalán de Finanzas.

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