Teresa Ribera esta semana en el Parlamento Europeo.
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Hay antisanchistas también en Europa. Al menos existe uno, que desde hace tiempo manifiesta su tiria contra el presidente español y contra todo lo que se supone que representa. Pero no es un antisanchista cualquiera: es Manfred Weber, jefe de filas del PP Europeo. Weber es el delfín oscuro que dejó Jean-Claude Juncker, uno de los peores presidentes que ha tenido la Comisión Europea, militante del credo y las formas de las derechas más duras.

En su momento (2019), Weber optó también a la presidencia europea, pero tuvo que renunciar a ella porque fue vetado por los mismos grupos que habían promovido su candidatura, liberales y socialistas y demócratas. En su lugar, fue propuesta Ursula von der Leyen, y el resto es historia. Pero en consecuencia, existe un odio vengativo de Weber contra Von der Leyen.

Este odio es paralelo, y complementario, con lo que predica y practica el PP español contra lo que llaman el sanchismo. Son dos odios que suman: se trata de desestabilizar la gobernanza española para hacer tambalear la gobernanza europea. Weber, como hemos dicho, sintoniza a la perfección con las emisiones de la resistencia antisanchista: en ocasiones anteriores ha tenido enfrentamientos agrios con el actual presidente español por cuestiones de aquellas que en los ámbitos europeos (para no engancharse los dedos ) se suelen despachar como “domésticas”, como la ley de amnistía o la gestión (la depredación) de los recursos hídricos de Doñana por parte del gobierno de la Junta de Andalucía.

Ahora el caballo de batalla es la candidatura de Teresa Ribera, actual ministra para la Transición Ecológica del gobierno de España, como comisaria europea del mismo ramo, candidatura que el PP de Feijóo se ha propuesto hacer descarrilar. La DANA (y la escandalosa gestión, o no gestión, que hizo el gobierno del PP y Vox en la Comunidad Valenciana) había supuesto un revés importante para la derecha y la extrema derecha españolas. Su reacción ha sido furiosa y tumultuosa, pero después de días de vacilaciones, les parece haber encontrado la presa sobre la que concentrar sus esfuerzos. Ahora bien, obstaculizar el nombramiento de una comisaria europea conlleva obstruir el nombramiento de todos los nuevos comisarios y, por tanto, generar una crisis institucional y política, en Madrid como en Bruselas. Manfred Weber se apunta con ganas, pensando que así desgasta a Von der Leyen.

Es el uso de las instituciones con fines no sólo partidistas, sino también personales. Es, de otro modo, una suerte de versión iliberal del efecto mariposa, según la cual la crispación de la política de cada estado debe acabar contaminando la política europea, un efecto dominó que siempre se había procurado evitar. Pero en la era de la polarización a ultranza, y de la aceptación sin reservas del juego sucio como vía de asalto al poder, embestidas de este tipo son y serán cada vez más frecuentes.

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