Buen dato de paro, mal dato de formación

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Cambrera sirviendo en una terraza

El dato de paro con el que este diciembre hemos cerrado el año es esperanzador: tenemos un 25,8% menos de parados (128.453 personas menos en las listas) que hace doce meses. Además, crecen los afiliados a la Seguridad Social, de forma que los trabajadores dados de alta en Catalunya ya superan los 3,5 millones. A pesar de que esté costando mucho vencer el virus del covid, parece que sí que empezamos a vencer la crisis económica provocada por la pandemia, a pesar de que el ritmo de la recuperación tanto en Catalunya como España sea más lento de lo que inicialmente se dijo y estemos a la cola de Europa. En todo caso, el hecho de que el empleo remonte es objetivamente una buena noticia, y que lo haga especialmente entre los jóvenes, todavía más. En concreto, en diciembre el número de parados menores de 25 años se ha situado en 17.740, la cifra más baja de la serie histórica iniciada en 1996. Dicho esto, no podemos obviar que la subida de contrataciones se produce sobre todo en el sector servicios (a pesar de que el turismo continúe sufriendo), y que lo hace con muchos contratos temporales y parciales (muchos para jóvenes), mientras que la industria va más lenta (sobre todo la automovilística).

Así pues, se puede decir que estamos empezando a salir del agujero coyuntural provocado por el virus, pero que hay un problema de fondo que persiste y que tiene mucho que ver con la formación de los trabajadores, tal como hace constar un estudio de Pimec hecho público también este martes. Al contrario que la media de la zona euro, y en especial que el caso alemán, entre nuestros ocupados hay más con formación alta que baja, pero muy pocos de formación media: es decir, tenemos muchos trabajadores sin estudios para un sector servicios poco exigente y, en cambio, nos faltan con titulaciones de formación profesional para la industria. En cambio, en Alemania las titulaciones medias son mayoría, bastante por encima de las universitarias, mientras que hay pocos trabajadores sin estudios o con titulaciones básicas.

Las urgencias, pues, son dos. Por un lado, obviamente, la salida de la crisis, que en parte irá a remolque del fin de la pandemia, pero no solo. Y, por otro, hacer frente seriamente, con hechos y determinación, al eterno déficit en el terreno de la formación profesional, de la cual hace demasiado tiempo que se habla sin acabar de enfocar las soluciones. Es verdad que con la crisis de la pandemia ha habido un aumento de la demanda ciudadana de este tipo de estudios, hecho que provocó problemas en la oferta que no se tendrían que haber producido. Sea como sea hay que dar prioridad a la FP, en especial a la dual. Tiene que haber una apuesta decidida y ampliamente consensuada para garantizar la continuidad. Solo así conseguiremos romper el círculo vicioso de unos niveles de paro que nos hacen tristemente líderes en Europa por culpa de una economía demasiado basada en los servicios y de una industria siempre coja debido a la escasez de mano de obra cualificada y, por lo tanto, con dificultades para dar saltos adelante en el terreno tecnológico.

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