Cadáveres que caminan

Una madre con su hijo con desnutrición en Gaza.
31/07/2025
2 min

¿De verdad que se tiene que seguir pidiendo perdón por exigir que Benjamin Netanyahu detenga la política de sádica destrucción de la comunidad palestina de Gaza? ¿De verdad hay que seguir simulando que no pasa nada en este territorio cautivo al que no llega ni la más elemental ayuda alimentaria y médica? Philippe Lazzarini, comisario de la agencia de Naciones Unidas por la asistencia a los refugiados palestinos, ha encontrado unas palabras que encarnan la tragedia: en la Franja "los civiles son cadáveres que caminan". ¿Es una metáfora? Es la descripción cruda y nada retórica de lo que Netanyahu y Trump se niegan a reconocer, que su estrategia tiene un objetivo: el despoblamiento de Gaza, apoyado en las encuestas de más del 70% de la población judía. Una rara voz disidente, el ex primer ministro Ehud Olmert, ha reconocido que "Gaza ahora mismo es un campo de concentración"..

Una operación que cuenta, hay que decirlo todo, con la ayuda de Hamás, que con su lógica terrorista muestra idéntico menosprecio de los suyos regalando un argumento de justificación a las pulsiones exterminadoras de Netanyahu. Es una dialéctica que solo conduce a hacer cada vez mayor la tragedia. Hamás le sirve de coartada a Netanyahu para dejar a la oposición israelí sin derecho a la discrepancia, incapaz de hacer frente al despotismo genocida del presidente..

En este contexto, Emmanuel Macron ha dado un paso adelante y ha anunciado que Francia reconocerá el estado palestino. Es decir, dará simbólicamente a los palestinos la entidad que los demás le niegan. Es cierto que Macron no está en su mejor momento, su fracaso en la política francesa ha sido espectacular –ahora da vergüenza recordar su enfática llegada al Elíseo decidido a llevar a Francia más allá que nunca–. El resultado es que la extrema derecha se ha comido buena parte de la derecha durante su mandato y que hace tiempo que toma distancia de la política francesa. Ahora parece buscar la redención en la política internacional. Pero, en todo caso, más allá de los sórdidos cálculos del interés personal, hay que agradecerle que rompa el silencio y la resignación en unos días que las imágenes cadavéricas de los palestinos de Gaza, las ollas vacías, la desesperación de las familias que ven a los niños muriendo de hambre, nos llegan cada día hasta el punto de estar convirtiéndose casi en una normalidad. Y sin embargo, es innegable que estamos asistiendo a la destrucción sistemática de un pueblo.

No se puede olvidar la insolente imagen que compartieron Trump y Netanyahu: Gaza convertida en sitio de vacaciones de lujo. Pero el silencio se impone. Pocas voces se atreven a la réplica. Algunos dirigentes han reaccionado contra el paso rupturista de Macron. Y la Unión Europea pone el perfil claudicante de Von der Leyen. Se le pueden dar tantas vueltas como se quiera, se puede utilizar a Hamás como coartada para justificar una respuesta devastadora que no ataca selectivamente a los terroristas sino al conjunto de los palestinos de Gaza. El éxito infernal de Netanyahu es que sigue con el sádico ejercicio de destrucción de un pueblo y ni siquiera Estados Unidos y Europa son capaces de ponerle límites. Por el contrario, lo ayudan y aplauden, como manda Trump.

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