Que Podemos vote el martes en contra de la delegación de las competencias de inmigración en la Generalitat con el argumento de que los Mossos d'Esquadra podrían realizar redadas racistas es insultante para la Generalitat en su conjunto y los Mossos en concreto. La presunción de racismo de todo el cuerpo policial sometido a la ley de un estado democrático es una acusación de una solidez argumental similar a la del algodón. Tan sincero como habría sido decir que quieren hacer perder votaciones del gobierno de Sánchez y Yolanda Díaz haciéndoles notar que tienen el apoyo de un partido, Junts, que pugna por los votos que le arrebata la ultraderecha catalana a las encuestas. Pero esto habría sido demasiado largo, yracismo, en cambio, es ideal para titular y marcar posición ideológica en la polémica.
Sí, claro, todo poder puede comportar un abuso, pero por eso están las leyes, los tribunales y un sistema de control político que, por cierto, en el caso de Catalunya, dependería de una mayoría de izquierdas en el Parlament en estos momentos. De hecho, si alguna nación del Estado contribuyó decisivamente a que la victoria de Feijóo acabara convirtiéndose en un gobierno socialista con muleta de Sumar fue Catalunya, que, no sabemos por cuánto tiempo más, resistió la derecha española como la Galia de Astérix.
Junts y Esquerra vieron en este gobierno de Sánchez la posibilidad de llevar grandes peces al cuerno de la Generalitat, pero, de momento, la mayoría de estos peces siguen nadando tranquilamente en el mar de los intereses y los ritmos del PSOE y del Estado español. Lo que es una lástima para quienes ante el tirón del Proceso defendieron que la negociación y el pacto, el paradigma clásico de la mejora del autogobierno, eran la vía más útil para Catalunya. Por el momento, la delegación de la inmigración, tampoco.