Esta Champions del Barça
Hará pronto cinco años cogí el póster del equipo del Barça y decidí aprenderme el nombre de las veintidós jugadoras. Las quería saber identificar por la manera de correr. Igual que reconocía a Aloisio porque iba con un palo de escoba en la espalda, tenía que ver los partidos del nuevo equipo profesional de fútbol y saber, al instante, quién llevaba la pelota sin que el locutor me lo tuviera que decir. La izquierda de seda de Alexia, la aparición entre líneas de Aitana, las galopadas de la Marta Torrejón. A partir de esta familiaridad y llevando el escudo que llevan, he sufrido por cada partido que la tele ha retransmitido (no han sido todos) y me he decepcionado en cada derrota, como pasa cuando pierde el equipo de balonmano, que son rabias que no acaban de hacer perder el sueño porque la vida no da para poder sufrir tanto por tantas competiciones deportivas. Y, de repente, fruto del trabajo bien hecho, el Barça gana aquello que la UEFA llama “Women’s Champions League”, una competición donde incluso ponen las esponjas para proteger los micrófonos de color lila. La primera Copa de Europa, la victoria rotunda contra el Chelsea, la potencia del Barça, hacen que más de un millón de personas, en Catalunya, viéramos el partido. La alegría es inmensa y, de repente, se desata un antes y un después de este éxito. De repente, parece como si el deporte femenino volviera a su punto de partida y, en este sentido, es una derrota que ni el feminismo más pertinaz parece detectar. Como si todo lo que se hubiera hecho antes, durante tantas generaciones, con tanto esfuerzo, no contara. Ya se entiende que estamos en el país donde el Barça y el fútbol lo devoran todo, pero los éxitos de Sánchez Vicario, Mengual, Laia Sanz, Laia Palau, Belmonte, Muguruza, el waterpolo o el hockey hierba ya se pasaban el relevo de la lucha. Ya se habían tumbado muchas barreras y se habían ganado muchas medallas para que ahora parezca que el deporte femenino se homologue a partir de que el Barça haya ganado una Champions. Y bendita y celebrada sea.
Este gobierno paritario
El Barça ha ganado la Champions en Göteborg. La semana que viene el City de Guardiola también puede levantar su primera Copa de Europa en Oporto. El club de Manchester emite, desde hace un tiempo, un anuncio donde se superponen imágenes épicas de sus futbolistas del equipo masculino y femenino, vistiendo la camiseta azul cielo. Una voz en off se limita a decir: “Las mismas botas, el mismo reglamento, los mismos goles, la misma rivalidad, las mismas emociones, la misma pasión, el mismo juego... No es fútbol femenino o masculino, it’s just football”. Este es, quizás, el punto de vista más acertado. El resto, sea dicho por convencimiento o para quedar bien, para subirse al carro en marcha o para tratar de compensar un pasado tremendamente desequilibrado, continúa pareciendo una mirada que perdona la vida a las mujeres que destacan. Y quien dice en el deporte dice en cualquier ámbito de la vida. En Catalunya ahora hemos visto que en el nuevo gobierno de coalición que pactaron Pere Aragonès y Jordi Sànchez tenía que haber la mitad de hombres y la mitad de mujeres. Si se tienen que repartir catorce cargos, siete para Esquerra y siete para Junts, siete conselleres y siete consellers. Y, después, ya te las buscarás para cuadrar el sudoku paritario y partidario con los nombres oportunos. Cuando todo parecía encajar, sin embargo, y la víspera del debate de investidura, Elsa Artadi (de Junts y mujer) decide renunciar a la vicepresidencia del Govern y a la cartera de Economía porque prefiere intentar ser alcaldesa de Barcelona. Es una decisión legítima que, eso sí, desmonta los equilibrios que se habían hecho para formar gobierno. A partir de este momento, en lugar de pensar en la persona más adecuada para esta importante cartera en un momento trascendental para el país, se tienen que volver a repartir las cartas para que, al fin y al cabo, haya tantas mujeres como hombres y la vicepresidencia recaiga en una mujer y de Junts. El casting está en marcha. ¿Los méritos? Tanto da. Como diría el anuncio del City... No es una consellera o un conseller. Es un Govern.
Xavier Bosch es periodista