Alba Alfageme Casanova, Sonia Andolz Rodríguez, Mireia Boya e Busquet, Adam Majó i Garriga, Joan Josep Nuet i Pujals, Eunice Romero Rivera, Nel·la Saborit Esteve, Hector Sánchez Mira, Yasmina Sánchez Oussedik, Maties Serracant i Camps, Jordi Serrano Blanquer, Gemma Ubasart i González, Marc Verneda Urbano, Mercedes Vidal Lago

Consolidar el cambio: por un gobierno soberanista de izquierdas

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Disponer de un gobierno soberanista de izquierdas ha abierto una gran ventana de oportunidad en el país. El soberanismo de izquierdas ha asumido la responsabilidad de gobernar Catalunya después de 40 años de gobiernos liderados por el nacionalismo conservador o por partidos de obediencia estatal. Se ha abierto una nueva etapa con un Gobierno de la Generalitat que liga los derechos de Catalunya como nación soberana y bienestar y prosperidad de la ciudadanía. Una nueva etapa en la que los derechos nacionales y los derechos sociales son inseparables. Una etapa para conquistar nuevas soberanías, todas ellas, en línea con otras naciones hermanas con gobiernos marcadamente soberanistas y de izquierdas, como Escocia o Irlanda. Es así, con este liderazgo, que podemos avanzar hacia una mayoría social suficientemente amplia como para ganar la república.

El reto era mayúsculo: atender las urgencias del momento –agravadas por la crisis de la covid, la guerra de Ucrania y la sequía–; sentar las bases de un nuevo modelo productivo basado en el bien común y la lucha contra las desigualdades, el cambio climático y toda forma de discriminación, y afrontar el conflicto de soberanía con el Estado con el objetivo prioritario de poner fin a la represión y abordar en igualdad de condiciones el ejercicio del derecho de autodeterminación, aquél que reclama la mayoría social de Cataluña que quiere decidir votando el futuro político del país.

Ganar soberanías no se produce de un día para otro, pero con sólo dos años de Gobierno de izquierdas, los avances son evidentes y certifican que las izquierdas soberanistas son la herramienta y la respuesta. Basta con ver el impulso de la energética pública, los avances en la adaptación y mitigación del cambio climático o el freno a una ampliación torpe del aeropuerto de El Prat; la gratuidad de los productos menstruales o los permisos por dolor menstrual o duelo gestacional; la regulación del precio de los alquileres y la expropiación de pisos a grandes tenedores; el próximo traspaso de Cercanías; la gratuidad del I2 o el refuerzo de los servicios públicos con la incorporación de más docentes y más personal sanitario que nunca. Basta con ver las cifras históricas de empleo. No hay más que ver cómo hoy los presos políticos son libres y pronto, gracias a la amnistía, pondremos fin al peor episodio de represión de nuestra historia reciente.

A pesar de las reticencias al cambio de quienes han visto peligrar su hegemonía, la Cataluña del 2024 es mucho más fuerte a nivel social, económico, cultural y nacional. Pero el inconformismo nos dice que no es suficiente, que sólo se ha empezado a abrir camino y que se debe ir más allá; que sólo se han sentado las bases del cambio y que hay que seguir tejiendo complicidades con amplias sensibilidades del independentismo y los soberanismos de izquierdas, convencidos de que la izquierda nacional –amplia y plural, pero yendo a una– es la vía para consolidar los cambios y transformaciones de fondos que el país necesita.

Hay que ir más allá construyendo un horizonte compartido. Es necesaria una planificación estratégica y territorial que priorice los aspectos sociales y ambientales, los servicios a la ciudadanía y que vele por la igualdad y la equidad. Hay que seguir insistiendo en propuestas como la de la renta básica universal, la urgente descarbonización de la economía, la lucha contra las violencias machistas o el freno al fascismo y el racismo. Hay que consolidar la apuesta por los servicios públicos de calidad y por dar un futuro digno a nuestro campesinado. Hay que terminar la transición energética, haciéndola desde abajo ya la izquierda. Y hay que hacerlo sin dejar a nadie atrás.

Las elecciones del 12 de mayo deben servir para dar un nuevo impulso a los cambios iniciados con un gobierno inequívocamente de izquierdas, soberanista y antifascista. Deben servir para reforzar un gobierno que entiende la libertad nacional y la justicia social como dos caras de la misma moneda. Un gobierno que se esfuerza por la nación entera, la Catalunya de los 8 millones, con todos sus acentos y diversidad interna. Un gobierno que no juzga por su origen, sino que construye un camino nacional de vía amplia. Un gobierno desacomplejadamente de izquierdas y con una inequívoca adscripción nacional catalana. El cambio no puede detenerse ni podemos depender de nuevo de un gobierno que comporte importantes retrocesos desde el punto de vista social y/o nacional.

Todos y todas a quienes nos mueve la lucha por los derechos civiles y políticos, por los derechos sociales y por los derechos colectivos de los pueblos; todos y todas a quienes nos mueve la lucha por las múltiples soberanías y la justicia social no podemos dejar pasar la oportunidad de seguir transformando nuestro entorno, nuestro país y, de paso, el mundo en el que vivimos y compartimos.

El camino es lento, difícil y lleno de contradicciones, pero los avances conseguidos muestran que vale la pena continuar. Si queremos que las cosas pasen, hay que arremangarse, implicarse activamente y hacerlas posibles. No podemos renunciar a la oportunidad de construir un futuro compartido por la nación entera. De mejorar la vida de la gente. De hacer realidad una Cataluña más justa, más próspera, más feminista, más verde, más solidaria y plenamente libre. Por todo, es necesario un gobierno soberanista de izquierdas.

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