El secretario general de Junts, Jordi Turull, con Salvador Verger, y miembros de Junts Ripoll en rueda de prensa
22/02/2025
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No es original, Junts, en su aproximación contemplativa a la Aliança Catalana de Sílvia Orriols. Es lo que están haciendo casi todas las derechas europeas, con la digna excepción hasta ahora, y que dure, de la democracia cristiana alemana, impregnada todavía de los valores de Angela Merkel. Había un acuerdo con socialistas y republicanos para echar a la aprendiza de Le Pen del Ayuntamiento de Ripoll. Juntos, Puigdemont dixit, se ha echado atrás. Ahora es un conglomerado vertical sin derecho a la discrepancia.

El argumento del cálculo electoral tiene trampa. Dicen que el rechazo a Orriols provoca un cierto desplazamiento de voto de Junts hacia ella. Es decir, que existe un sector nacionalista de hocico fuerte insensible a los valores democráticos. Juntos decide darles pececillo para recuperarlos la próxima vez. ¿Volverán o los irán a encontrar? En los tiempos que corren por Europa, se empieza guiñando el ojo y se acaba haciendo familia: las pulsiones reaccionarias ahora mismo van muy aceleradas en el cambio de régimen económico y político en el que estamos metidos.

El poder siempre atrae más que la oposición. Pero cuidado con jugar con fuego, porque se puede salir escaldado. Cuesta entender que, con Orriols validada como alcaldesa, los electores tránsfugas vuelvan a la casa de origen. Más bien al contrario, esperarán el cumplimiento del deseo que les ha hecho mover: que las derechas nacionalistas se junten en Ripoll y en todo el país. Y por mucho que Turull ponga cara de asco al anunciar –y pretender legitimar– una decisión de oportunismo mezquino, la dinámica está en marcha.

Juntos rompe el tabú de la extrema derecha catalana, como la mayoría de derechas europeas (empezando por la española) porque es allí donde ven, en los tiempos que corren, la posibilidad más directa de volver al poder. Y si se dan una tregua, optando por el reconocimiento de la alcaldesa Orriols, pero sin llegar al paso de compartir el poder, es porque confían en que la próxima vez el pacto se dará de creces, en Ripoll y donde sea necesario. Mientras tanto la mayoría de derechas europeas ya habrán dado el paso. Y el autoritarismo posdemocrático habrá dado varias mordeduras más a las democracias liberales. Juntos se apunta a la nueva normalidad que las derechas van asumiendo, una tras otra, sin que les salgan demasiados tics en la cara. El PP ya está completando el tráfico. Gobernará con Vox o no gobernará. Y Junts ha optado por ponerse en la fila. Impidiendo que los partidos demócratas catalanes dieran una clara advertencia no sólo en Catalunya sino en España y en Europa.

Por muchas justificaciones que se busquen, en la coyuntura actual ponerse al servicio de la extrema derecha es una irresponsabilidad, que no hace más que dar margen a la ola reaccionaria sobre la que cabalgan Trump y compañía. Y si Puigdemont cree que pagando esa cuota se acerca a recuperar el poder, le puede salir el disparo por la culata. Los electorados no son tan cautivos como algunos piensan.

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