Despropósito en Naciones Unidas

Donald Trump durante su discurso en la Asamblea General de Naciones Unidas este martes.
25/09/2025
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El martes Donald Trump pronunció ante la Asamblea General de Naciones Unidas un discurso impresentable e inaceptable. Dentro de la doctrina MAGA que despachó, insistió en una idea que parece menor pero que no lo es tanto, porque es un buen ejemplo de la retórica trumpista: en efecto, volvió a presumir de haber acabado con siete guerras desde que es presidente, algo que evidentemente también es mentira, como casi todo lo que dice el personaje. Trump se refiere a los conflictos entre Armenia y Azerbaiyán, Congo y Ruanda, Israel e Irán, India y Pakistán, Camboya y Tailandia, Egipto y Etiopía, y Serbia y Kosovo. En algunos casos se trata de hechos que sucedieron durante su primer mandato; en otros no se ha llegado a ningún acuerdo de paz, sino que se han establecido treguas frágiles y dudosas en conflictos que todavía están activos, y aún en otros casos ambas partes niegan explícitamente que la mediación de Trump haya tenido incidencia alguna en el desarrollo de sus conflictos. Todo ello es un delirio triunfalista de alguien al que sus aduladores llaman "sheriff" y "pacificador jefe", mientras hacen campaña por el capricho que últimamente se le ha metido entre ceja y ceja: que se le conceda el premio Nobel de la Paz. Debe formar parte de la estrategia para conseguirlo cambiar de parecer y de aliados constantemente ya capricho: si hace un mes Trump se mostraba como el mejor amigo de Putin, esta vez animó a Ucrania a recuperar los territorios perdidos durante la guerra, "e incluso", después de haber despreciado a Zelenski con la insólita escena de hace unos meses.

El martes llamó la atención la pasividad con la que entomaba el chaparrón António Guterres, un presidente de las Naciones Unidas más pendiente de quedar bien con Trump que de salvaguardar el papel de la ONU como árbitro de la multilateralidad y como organismo que debe velar por la protección de los derechos humanos, contra los que el líder norteamericano embistió sin contemplar global indiscutible de la extrema derecha. La estampa de Macron llamando a Trump en el móvil para atravesar el cordón policial pareció una autocaricatura de la irrelevancia europea en el tablero mundial. Para completar la ofensa, al día siguiente el presidente argentino Milei desgranó en el mismo estrado su milonga decadente, y Felipe VI personificó las contradicciones y debilidades de la democracia española (un rey ejerciendo de jefe de estado y portavoz del país en el que su padre, y por tanto la casa real, la ha real, y por tanto la casa real, la casa real) esquivar la palabra genocidio para referirse a los crímenes del gobierno de Israel en Palestina. La intervención del presidente brasileño, Lula da Silva, que viene de dar un trato ejemplar a un golpista de extrema derecha como Bolsonaro, dignificó algo un octavo aniversario de la ONU oscuro, en el que Naciones Unidas fueron humilladas por un macarra con la cara pintada de naranja sin que haya reacción.

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