Duelo (desigual) de corruptelas

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Feijóo y Ayuso en el pleno de investidura de la presidenta madrileña.

La política deaguantame el cubata tendrá un nuevo episodio esta semana con la activación de una comisión de investigación sobre el caso Koldo en el Senado, a petición del PP, que será contestada con la puesta en funcionamiento de otra comisión en el Congreso, en cuyo caso impulsada por el PSOE, que se propone investigar todas las compras de mascarillas que se llevaron a cabo durante la pandemia por parte de todas las administraciones. Evidentemente, esto incluye el escándalo protagonizado por Alberto González Amador, que es la pareja de Isabel Díaz-Ayuso, aunque ella ha pasado a referirse a él como “un particular”. Por su parte, el caso Koldo ya derivó en la dimisión forzada de José Luis Ábalos, pero los peperos lo intentan estirar hacia Francina Armengol, e incluso hacia la esposa de Pedro Sánchez, Begoña Gómez. Sobre Armengol ya han anunciado que será citada a declarar, y la comparecencia, para quienes son citados a declarar en una comisión de investigación del Congreso o del Senado, es obligatoria y no puede rehuirse.

El PP ha introducido una nueva variable que contribuye poderosamente a degradar (aún más) a las instituciones españolas, y es dividirlas entre buenas y malas según si su partido las controla o no. Así, el Tribunal Constitucional, sobre el que han perdido el control, es ahora "un cáncer para la democracia", según palabras del prócer González Pons. El PP no ha dudado tampoco en confrontar el Senado con el Congreso por la ley de amnistía: de forma resumida, el Senado (donde el PP tiene mayoría absoluta) es la salvaguarda de la unidad de España, mientras que el Congreso se ha convertido en un husillo dominado por Pedro Sánchez, que a su vez es dominado por criminales, terroristas y antiespañoles.

Además de la ya acreditada condición de traidor contumaz en la patria, el PP quiere tumbar a Pedro Sánchez por corrupto, lo que no puede hacer más que provocar una sonrisa. La corrupción sistémica es una estructura de estado heredada del franquismo (que, a su vez, la cogió del sistema de élites dominantes en Madrid y Castilla y la institucionalizó) que en lo que llevamos de democracia no se ha podido, o no se ha querido, o no se ha sabido, reconducir. España sigue siendo un país corrupto, y lo sería aún más si no estuviera en una estructura supraestatal como la Unión Europea. Es cierto que casi todos los partidos sistémicos (PP, PSOE, CiU en su momento) y otros menores, han tenido corrupción, y lo es también que el caso Koldo es grave y digno de ser investigado, aunque las acusaciones contra Armengol y Gómez son inconsistentes y sólo son puestas en circulación para esparcir basura. Ahora bien: el historial de corrupción del PP es tan abrumadoramente superior, tan espectacular, y sus actuales dirigentes son personas tan evidentemente tocadas por casos de esa naturaleza (las fotos de Feijóo con el narco, toda la actuación de Ayuso en relación a la pandemia), que el hecho de querer atacar por aquí hace pensar en una fuga adelante. El debate público hace ya tiempo que es un espacio irrespirable. Pero siempre se puede embadurnar más.

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