Las finales del Barça y del Espanyol
El Arsenal supo hacer con mucho oficio todo lo que tenía que hacer para imponerse al Barça: desactivarle a las mejores jugadoras, darlo todo físicamente y crear peligro a base de ponerse a correr a poco que tuviera el balón. No era un plan infalible, porque dependía de la más que demostrada capacidad goleadora del Barça, pero acabó funcionando porque el fútbol es un deporte donde las teóricas distancias se acortan si van pasando los minutos y lo que lleva el peso del partido no encuentra la forma de desatascarlo ni con juego colectivo ni con fogonazos individuales. De hecho, el Arsenal pudo empezar el disgusto mucho antes de no ser por Cata Coll, que salvó dos goles cantantes antes de que le marcaran lo que decidió el partido. El Barça tiene una línea de trabajo y de inversión desde hace años que invita a pensar que va a jugar más finales europeas.
Y el Espanyol seguirá jugando en Primera, categoría que le corresponde con la historia en la mano. Otra cosa es la propiedad y la gestión de la entidad, que lleva muchos años sin conseguir que un club con solera y con los recursos circulantes de todo tipo de una ciudad como Barcelona no tenga que vivir al borde del abismo de Segunda. Si la gestión no mejora, invita a pensar que va a jugar más finales... agónicas. La mención especial debe ser para el entrenador, Manolo González, que el año pasado devolvió al equipo a Primera y que este año le ha salvado la categoría. Continuará habiendo tres equipos catalanes en Primera, después de que el Girona haya resistido, mientras que Madrid, que vacía las Castillas, también futbolísticamente, ha pasado de cinco a cuatro equipos con el descenso del Leganés.