Franco está muerto, sepádelo

Francisco Franco saludando al actual rey Felipe VI, con Juan Carlos I al fondo, en el Pazo de Meirás en 1975.
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Se cumplen este miércoles cuarenta y nueve años de la muerte de Franco, a quien el poeta Joan Brossa, en el poema que escribió con ocasión de este fallecimiento, definió como "el dictador más viejo de Europa". El poema se titulaba –se titula– ¡Final!, con signo de exclamación incluido, está fechado el 20 de noviembre de 1975 y se dirige al general difunto de una forma que hace bueno recordar: “Tu dictadura, / tu puta vida de asesino, / qué incendio de sangre! Podrido verdugo, / tendría que haberte ablandado la dura / oscura de los pueblos, dado a tortura, / colgado de un árbol en el fondo de algún camino”. Situado el general en los parámetros morales que le correspondían, Brossa dedicaba los siguientes versos a calibrar su dimensión histórica y su obra de gobierno: “Rata de la peor delincuencia, / te asomaba otra muerte con violencia, / la fin de tantos desde ese julio. / Pero la has hecho de tirano español, / sol e invernado, garganta de la ciencia, / y con tufo de sangre y mierda, Su Excremencia”. Es un gozo, por otra parte, escuchar ese poema cantado a ritmo de tango por la voz de Miguel Poveda.

El negacionismo ha hecho su camino y hoy en día los posicionamientos que reivindican el franquismo, o que se abstienen de condenarlo, son centrales en la política española, hasta el punto de que son defendidos por el tercer y el segundo partido con mayor representación en el Congreso. Vox y el PP no condenan el golpe de estado ni la dictadura franquistas, pero, en cambio, detectan golpes de estado prácticamente a cada paso que se da desde la izquierda o el independentismo. No sólo eso: para los partidos de la derecha española y sus corifeos, son dictaduras la enseñanza del catalán, el feminismo, las políticas contra el cambio climático, las vacunas y las medidas preventivas contra las epidemias y, en general, cualquiera idea relacionada con el bien común. Cuando se trata de Franco, por el contrario, exigen que se hile delgado antes de calificar de dictadura lo que ellos prefieren llamar "una parte importante de nuestra historia reciente".

Y tan importante. El franquismo dejó estructuras de estado que hoy en día vemos actuar a pleno rendimiento: la parte de la magistratura que entiende la gestión de la justicia como un instrumento político, o una Corona que reina como jefe de estado y que ha resultado estar tan corrompida que el rey de la Transición tuvo que refugiarse (ve por dónde) en una dictadura mientras el resto de la casa real se apresuraba a hacer ver que era ajena a sus abusos de poder. El franquismo en general y Franco en particular fueron también grandes partidarios de la antipolítica, el alimento de los actuales populistas y salvapatrias que suelen presentarse como alternativa a “los políticos”. En los últimos dieciocho años, esta "alternativa" ha realizado un recorrido que va desde aquellos carteles de Ciutadans con Albert Rivera desnudo hasta el circo de toreros y militares del ya obsceno presidente valenciano Mazón. Las consecuencias del franquismo son muchas y muy amplias, y hacen círculos concéntricos en la vida pública, como un roc arrojado en aguas estancadas.

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