Ilusionismo azulgrana

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Dani Alves y Joan Laporta durante la presentación del brasileño

Esta pausa sin Liga ha sido como una travesía por unos limbos extraños que ha alimentado el terreno de la imaginación, una pared en blanco donde proyectar todo tipo de deseos con Xavi al frente. En el rectángulo del Camp Nou no había ninguna frustración para seguir con la mirada y el culé se ha podido distraer con la magia de la nostalgia. Pudiendo alienarse, ¿por qué centrarse en el desconsuelo real que lo acompaña desde hace tanto tiempo? Dani Alves sabe interpretar este espíritu onírico mejor que nadie: apela a sus propios sueños inacabados y conecta con una afición muy carecida de referentes emocionales. En un club en horas bajas donde no hay nada que celebrar, es reconfortante reconocer una cara amiga que inyecte un poco de pasión. Se abraza a él, porque también lo necesita, Joan Laporta, que lo paseó por el estadio como si fuera un trofeo. Solo le faltaban las asas. 

El regreso de Alves ofrece una buena metáfora de la política deportiva desastrosa de Bartomeu y compañía, pero también de la fotografía decadente que actualmente resume el club. Cinco años después de su salida, ningún lateral derecho se ha consolidado después de invertir millones en esta posición –Nelson Semedo nos envía recuerdos desde la neblina de Wolverhampton–. Es muy mala señal pensar que un jugador en el tramo final de su carrera podrá mejorar las prestaciones del equipo en esta parte del campo y también lo es saber que un elemento motivador de estas características es tan indispensable para revivir el vestuario. El coach Alves es un experimento que solo se puede entender en este contexto tan único y especial en el que se encuentra el club, bajo la batuta acabada de estrenar de Xavi, y con una generación joven por modelar para que sea posible un futuro mejor. Ahora mismo en el Barça sigue sonando Yesterday de fondo. 

De momento lo que hay en el club, sobre todo, es ilusionismo. El mismo de la lona premiada de la campaña. Ya lo sabéis: el arte de producir en el espectador la ilusión de asistir a fenómenos extraordinarios e increíbles, mediante trucos o juegos de manos. El derbi del Camp Nou será la primera prueba de fuego para comprobar si, por fin, se empieza a mover algo de verdad en una entidad tomada por la inacción y los golpes de timón. En medio del humo escénico, Xavi se puso a trabajar desde el primer minuto, demostrando que hacía mucho tiempo que una parte de su cerebro ya estaba ocupada como si fuera el entrenador in pectore del Barça. Es la mejor noticia para pensar que los hechos dejarán atrás las ilusiones.

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