Isabel Díaz Ayuso dijo que "saldría de la Conferencia de Presidentes" si se hablaba "en cualquier idioma que no fuera el español", después de que Pedro Sánchez "permitiera" a los presidentes, por primera vez, utilizar las lenguas cooficiales.
Cuando la señora dijo esto se refería, claramente, al catalán. Si el presidente de su partido, Alberto Núñez Feijóo, hubiera utilizado al gallego, ni se habría despeinado. Todos estos monolíticos (algunos, monolingües) el gallego lo consideran una lengüeta inofensiva, a la que no hace falta ni poner subtítulos (en la televisión nunca le ponen, reforzando, así, la idea de "variante" montañosa de la lengua imperial). Por tanto, no se habrían movido. Digamos, de paso, que no se entiende por qué, si no utilizan el gallego en la Conferencia de Presidentes, dicen que sí, que tanto, en Europa, pero que no es el momento. Será el momento cuando las vacas críen pelo o cuando los ultrarreligiosos tengan sentido del humor.
El presidente vasco empezó su intervención en catalán por cortesía y después habló en euskera, pero Ayuso no tuvo valor. No se puso la orejera, que es un gesto rebeco e infantil, que hace que te muerdas los labios con cara de "parece mentira", como cuando ves un ebrio en la calle que habla solo, pero no se movió. Ni que decir tiene que si se hubiera oído alguna otra lengua distinta del castellano –pero no “autonómica”– habría sonreído con pulcritud. Por ejemplo, imaginamos que la reina Sofía hubiera hablado en la lengua materna o el rey Felipe en la suya (el inglés, por cierto).
La presidenta "salió un momento" pero volvió a entrar. Y lo hizo, diría, porque ningún otro de sus colegas le siguió. Es un gesto banal que me recuerda a Melody. Vas por el mundo cantando que eres "una diva" y todo el mundo pasa de ti, demostrándote que no lo eres y que prefiere un café macchiato. Si eres una diva nunca dices que eres una diva. Si quieres marcharte de un sitio, no lo tienes que anunciar. Tienes que hacerlo. Nadie dice "Quieto o disparo" si de verdad quiere disparar.