¿Las lluvias de marzo son la solución a la sequía?

El campanario de San Roma en el embalse de Sau.
21/03/2025
4 min
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En marzo nos ha traído por fin lluvias por todo el país. Esto es una noticia buenísima, tanto para los embalses, como para los bosques y suelos, que han pasado mucha siete en los últimos años. Ahora bien, es necesario ser prudentes a la hora de hablar del fin de la sequía en Catalunya, porque estamos ante una carrera de fondo en la que la precaución debe ir por delante de todo.

Para entender el contexto, el primer punto a tener en cuenta es qué entendemos por "estar en sequía". En términos generales, hablamos de sequía cuando se trata de una sequía de tipo meteorológica, es decir, cuando llueve menos de lo que correspondería en un período largo de tiempo. Sin embargo, la sequía meteorológica no es el único tipo de sequía. También existe la sequía hidrológica: una escasez de agua que se debe a muchos factores aparte de la falta de lluvias; por ejemplo, el consumo de agua -no sólo para uso doméstico, sino también para usos agrícolas o industriales-. En este sentido, cuando hablamos de la falta de agua en Cataluña hablamos precisamente de los dos tipos de sequía: la sequía meteorológica (que las lluvias de estos días alivian un poco) y la sequía hidrológica, crónica, porque consumimos mucha más agua de la que disponemos.

La solución en ninguno de los dos casos es fácil. Primero, porque el cambio climático acentúa los problemas asociados a la sequía meteorológica; y segundo, porque regular y gestionar el agua que consume el país para reducir la sequía hidrológica es una tarea compleja y delicada. En este sentido, desde la ciencia insistimos en la necesidad de realizar una transición hidrológica. De la misma forma que pensamos en hacer una transición energética y cambiar la forma en que generamos energía, hay que hacerla por el agua y cambiar cómo nos relacionamos con este bien común –cada vez más escaso–. Para hacernos una idea, para recuperar el agua que se ha consumido aceleradamente durante los últimos cuatro años de sequía deberíamos esperar al menos dos años de lluvia por encima de la media para recuperar los volúmenes de los acuíferos; unos tempos que no podemos permitirnos. Así pues, la transición hidrológica implicará, evidentemente, rebajar el consumo de agua para equilibrarlo con el agua disponible, pero también implicará poner la salud de los ecosistemas fluviales en el centro del debate y adaptarnos a sus períodos de recuperación.

Si queremos gestionar mejor el agua que tenemos, habrá que realizar infraestructuras tecnológicas que nos ayuden, como las desaladoras y las depuradoras, o minimizar las pérdidas de agua en tuberías. Pero sólo con esto haremos corto, y haciéndolo a gran escala aumentaremos la desigualdad social, porque repercutirá en el precio del agua. Debemos ser conscientes de que nunca podremos sustituir los volúmenes, tiempo, precio y calidad del agua que nos da la naturaleza. Así pues, lo importante es cuidar nuestras fuentes naturales de agua –los ríos, los acuíferos, los cauces– y tener una costa en buen estado para abastecernos de agua en momentos de sequía, a la vez que nos ayuda a hacer frente a los temporales. Dos fenómenos que aumentarán según las predicciones climáticas. Para conseguirlo, es importante fijarse en las llamadas soluciones basadas en la naturaleza, que son propuestas transformadoras que apuestan por mejorar la naturaleza como una medida correctora, protectora o de mejora del bienestar humano. Son ejemplos de ello eliminar las edificaciones de los cauces de los ríos para que el río pueda crecer y decrecer cuando hay una avenida, conservar y fomentar los bosques de ribera, recuperar dunas naturales en las playas o asegurarnos de que los sedimentos del río terminan en el mar.

Por otra parte, habrá que repensar el territorio, porque algunas zonas quizás tendrán que frenar el crecimiento industrial y urbanístico si no tienen agua suficiente para asumirlo. O integrar más flexibilidad en los usos del agua donde sea posible. Y esto es economía, no ingeniería. Del mismo modo, ya estamos viendo cómo algunas regiones eliminan canalizaciones de algunos ríos para permitir las crecidas de forma menos violenta o retiraron antiguos embalses para recuperar el caudal ecológico del río. En esa línea, la palabra clave es la adaptación. Deberemos adaptarnos a un territorio cada vez más seco, donde no tiene sentido seguir incrementando la demanda de agua con nuevas megainfraestructuras como la ampliación del aeropuerto o grandes centros de datos, sino que debería retenerse la que tenemos a usos que son esenciales para la vida, como la agricultura ecológica y de proximidad. Habrá que mejorar la aplicación del plan especial de sequía y establecer reducciones a los diferentes usuarios con margen para no seguir sobreconsumiendo en plena sequía y aumentando la degradación de los ecosistemas acuáticos.

En definitiva, estamos en un momento que clama al cielo un cambio, que pensamos cómo nos relacionamos con el agua y cómo podemos hacer frente a las sequías que sufrimos y sufriremos. Es el momento de la adaptación y renaturalización.

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