Lili Reinhart, Mark Ruffalo y Cooper Raiff en una escena de 'Hal & Harper'
19/05/2025
Escritora
2 min

Crecer sin el amor maternal es una herida que, como todos sabemos, deja una señal para siempre. Se han ocupado sobradamente la literatura y el audiovisual, y la casualidad ha querido que, en los mismos días, me haya aproximado desde dos perspectivas diferentes y complementarias.

Hal y Harper (Movistar) es una serie sobre dos hermanos –chico y chica– que perdieron a su madre cuando eran muy pequeños. La historia, aparte de contar con buenas interpretaciones a cargo de Lili Reinhart, Cooper Raiff y el gran Mark Ruffalo haciendo de padre, está narrada con habilidad y originalidad.

El paso a la edad adulta de los dos hermanos coincide con el anuncio de que su padre y su nueva pareja tendrán una criatura. Por si esto no fuera suficiente, el padre les comunica que, para empezar esta nueva etapa de su vida, ha decidido vender la casa donde ellos se criaron.

Los tres personajes mantienen una relación de interdependencia que puede considerarse enfermiza, especialmente entre los dos hermanos. Harper nunca ha podido quitarse de encima el papel de hermana mayor protectora, y la serie nos lo hace explícito intercalando de vez en cuando fotogramas con la carita de su hermano –un bebé– cuando se quedó huérfano. Es una serie excelente y conmovedora. Como curiosidad: el actor que interpreta al hermano pequeño, Cooper Raiff, es también el guionista y director de la serie.

Casi al mismo tiempo he leído Vino de soledadLa novela de Irène Némirovsky impecablemente editada por Cal Carré, con la formidable traducción de Anna Casassas. institutriz francesa mientras sufren la indiferencia de una madre frívola y poco maternal.

Sería muy difícil saber qué dolor es más lacerante, si la muerte de la madre durante la infancia y la ausencia total de esta figura o la amargura de convivir con una madre que no te quiere. Hal y Harper y Vino de soledad dejan claro que, en ambos casos, esta experiencia es altamente traumatizante.

Si acaso podemos constatar que en la serie, a pesar de las relaciones conflictivas entre los hermanos y con su padre, estos personajes se tienen unos a otros. En el caso de la protagonista de Vino de soledad, Hélène no cuenta con ningún apoyo emocional. Que la palabra soledad aparezca en el título no es, pues, nada casual.

Tanto la serie como la novela nos acaban aportando un hilo de luz esperanzado que nos hace intuir que tanto Hélène como Hal y Harper acabarán saliendo adelante. No contar con el amor materno es un hándicap importante, pero no insalvable. Sin embargo, en ambos casos el aprendizaje del proceso liberador es difícil y desquiciante.

Qué pena sentimos por Irène Némirovsky, que después de salir adelante, cuando ya estaba casada y madre de dos hijas, fue detenida en su casa y deportada a Auschwitz, donde murió cuando sólo tenía treinta y nueve años.

Una de sus hijas, Élisabeth, escribió el libro Un paisaje de cenizas, publicado en castellano por Nocturna Ediciones, con el que fue finalista del premio Goncourt. Otra historia de ausencia de amor maternal.

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