Pasqual Maragall, Ernest Maragall y Josep Maria Terricabras / CELIA ATSET
01/07/2024
1 min

¿Cómo le puede pasar a alguien por la cabeza que sea una buena idea colgar carteles como los de Alzheimer y los hermanos Pasqual y Ernest Maragall? Imaginemos a alguien pensándolo y proponiéndolo: "lo que haremos será poner unos carteles, no muchos, atribuyendo a nuestro candidato la misma penosa enfermedad de su hermano para despertar la adhesión indignada hacia él y aumentar su intención de voto , porque la gente deducirá que una barbaridad de tan mal gusto sólo puede provenir de nuestros adversarios electorales, que tendrán que salir a decir «yo no he sido»".

¿Cómo alguien puede llegar hasta esa mezcla de estupidez intelectual y mala fe personal? No nacimos ayer y el catálogo de comportamientos torpes es inagotable, pero cuando pasa a la política nacional duele más. La excusa, tanto la de quien lo hace como la de quien lo deja hacer, está en la de siempre: hay que ser temido y, si es necesario, jugar sucio sin que se note, porque ya se sabe que no se puede ir con el lirio en la mano.

Raimon Panikkar atribuía estos comportamientos a la supervaloración de la competitividad como signo de la sociedad actual. Y lo que fue filósofo, catedrático y eurodiputado de Esquerra, Josep-Maria Terricabras, dijo que la buena educación es un principio básico del civismo y un principio ético de la vida colectiva, y que en el respeto a las personas y en el entorno se favorece la convivencia. Así pues, hay responsables políticos que han perdido los básicos, gente que piensa que juega en la misma división que Maquiavelo cuando en realidad no pasa de personaje de Fargo, torpe y torpeza.

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