Ha tenido que oír cómo la mayoría de los acusados han expuesto todo tipo de excusas por haberla violado, sin que se consideren unos violadores. Ha tenido que oír cómo la mayoría de estos hombres han admitido que estaba inconsciente cuando estaban con ella en la cama de su habitación, de la casa que compartía con su marido. Y ha tenido que oír que cuando se dieron cuenta de que ocurría algo raro, ya era demasiado tarde. Por eso todos acabaron el trabajo de violarla, sin reparos. Uno incluso ha llegado a decir que la violó porque esa noche "se sentía solo". No, ellos no dicen que la violaron, claro. Ni sus abogados defensores, que también han intentado colar que existen violaciones de distintos grados, como si una violación fuera una escala de grises. "Hay violación y punto", ha tenido que puntualizar ella misma. Su piel ha sufrido decenas y decenas de violaciones. Por todos esos hombres que dicen que no son violadores.
“Soy una mujer completamente destrozada y no sé cómo me levantaré”. Pero Gisèle Pelicot es una mujer que no se arrastra. Por decisión propia ha decidido dar la cara y cambiar la historia. Por decisión propia, la más difícil, ha decidido que los vídeos de sus violaciones se vean en la sala para que "se sepa toda la verdad". Y la verdad es que ella no tiene que esconderse de nada, aunque esa valentía y ese camino infernal la hayan llevado a ser cuestionada. “¿No tendrá usted inclinaciones exhibicionistas?”, le ha llegado a preguntar un abogado. Porque todavía lo más normal, cuando una mujer es violada una vez o cien, es juzgarla a ella. El mismo sistema que la viola es el mismo sistema que la acusa. "Me siento humillada desde que he entrado en esta sala, se me trata de alcohólica y de cómplice". Pero ella sigue en pie. Destrozada y en pie. Porque ya nada puede evitar lo que le han hecho, pero ella puede decidir lo que hace. Y lo que hace Gisèle Pelicot es cambiar la historia. "Sobre todo, expreso mi voluntad y determinación para que cambiemos esta sociedad”. Y la buena noticia es que una parte muy importante de la sociedad no la acusa, sino que la acompaña y la celebra. Porque lo que ha sufrido es inimaginable y lo que está haciendo es mucho más que admirable. “Quiero que todas estas mujeres digan: la señora Pelicot lo hizo, nosotras también podemos. No quiero que sientan vergüenza”. La pregunta es: ¿hasta cuándo tendrán que hacerlo las mujeres?
Gisèle Pelicot ha escuchado todo lo que han dicho de ella y de sus violaciones en silencio. Pero ella ha roto públicamente el silencio de tantas víctimas que no han podido ni hablar. "¿Cómo has podido traicionarme hasta este punto?", le ha preguntado a su marido, el hombre que la drogaba y que invitaba a otros hombres a violarla. "Tantas veces me dije a mí misma que tenía mucha suerte de tenerte a mi lado". Y ha recordado a todas las mujeres que han defendido a sus maridos y hermanos en este juicio que los violadores no son ogros que se esconden de noche en las calles, sino que tienen familia y pueden ser amigos nuestros. Ella sabe perfectamente lo difícil que es asumir, si es se llega a asumir. Pero esta es la verdad que también queda demostrada en este juicio. "Para mí, esa traición es inconmensurable". La confianza es uno de los pilares de cualquier relación y lo que nos sostiene socialmente. Gisèle Pelicot, a pesar de haberla perdido absolutamente, tiene todavía la fuerza, la dignidad, de darnos este ejemplo público. Es muy difícil encontrar las palabras acertadas que expresen todo lo que estamos sintiendo viéndola. Por eso solo puedo decir de todo corazón y muy profundamente: gracias, Gisèle, merci beaucoup.