Los multimillonarios irrumpen en la carrera del espacio

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Primer quiere espacial de Richard Branson

Uno de los episodios clave de la Guerra Fría fue la carrera espacial entre la Unión Soviética y los Estados Unidos, que tuvo como punto culminante la llegada del hombre a la Luna en julio de 1969. Hoy en día hay un cierto consenso de que aquella carrera con trasfondo político impulsó la investigación científica a niveles nunca vistos y hace poco se ha estrenado una serie, For all mankind, que plantea qué habría pasado si los soviéticos hubieran llegado a la Luna antes de que los norteamericanos . Pues bien, en la actualidad, lo más pareciendo a aquel pulso de la segunda mitad del siglo XX es la competición entre tres multimillonarios, Richard Branson, Jeff Bezos y Elon Musk, para ser los primeros en explotar el llamado turismo espacial, es decir, que cualquiera pueda volar más allá de la atmósfera y ver el planeta Tierra desde el espacio.

De momento, quien se ha adelantado al resto es el británico Richard Branson, que este domingo ha realizado un vuelo exitoso a bordo de una nave construida por su empresa Virgin Galactic. Se trata del vigésimo segundo vuelo de pruebas de la empresa, el cuarto con tripulación y el primero con el pasaje completo: seis personas. Branson se ha adelantado por unos días a Bezos, fundador de Amazon, que tiene previsto realizar un vuelo con su empresa de transporte aeroespacial, Blue Origin, el 20 de julio. El tercero en discordia, Elon Musk –fundador de PayPal y conocido por la marca de coches eléctricos de lujo Tesla–, ha creado su propia compañía, SpaceX, y promete viajes a la Luna para el 2023.

El caso es que esta competencia, en principio positiva, plantea una serie de dudas éticas para la humanidad que habría que encontrar la manera de resolver. Hasta ahora la carrera espacial era cosa de las diferentes potencias, sobre todo cuatro: Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia y China. Las tres primeras colaboraron en la creación de la Estación Espacial Internacional, una iniciativa que parecía que enterraba la competencia para pasar a una etapa de colaboración internacional. Y ahora China prepara su propia estación espacial. ¿Pero qué pasa cuando interviene el sector privado? Y en concreto, ¿qué pasa cuando los que lideran esta carrera son personajes extravagantes como Branson o visionarios como Musk que buscan sobre todo protagonismo y presencia en los medios para sacar su propio beneficio?

La comunidad internacional, si es que se puede hablar de este concepto con claridad, tendría que debatir cuál es la mejor manera, a nivel de toda la humanidad, de plantear todo lo que hace referencia a la carrera del espacio. A pesar de que pueden ser complementarios en algún momento, no es lo mismo un proyecto que busca obtener réditos económicos, como el de estas tres empresas, que una carrera más orientada a la investigación científica en beneficio de toda la humanidad. Habrá que decidir, también, si el espacio tiene que ser tratado como un espacio público, valga la redundancia, o también se puede privatizar y en qué términos. O si estos viajes para superricos son sostenibles desde un punto de vista medioambiental. Parece ciencia-ficción, pero este debate se tiene que abordar con urgencia.

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