¿En qué se parece Illa a Pujol?

Salvador Illa y Jordi Pujol en el Palau de la Generalitat este martes
22/08/2025
Director adjunto en el ARA
3 min

Cuando en 1980 Jordi Pujol ganó las elecciones contra pronóstico y se convirtió en presidente de la Generalitat, lo logró gracias a su pragmática lectura de la centralidad catalana. Contra el clima intelectual y periodístico dominante, interpretó que el país no era propiamente de izquierdas (socialistas y eurocomunistas habían logrado un año antes el poder de los principales municipios, Barcelona incluida), y sobre todo no era marxista, y menos rupturista. Se hizo fuerte en la catalanidad popular, sin estridencias antifranquistas; en el cambio tranquilo, de orden.

Era un momento de mucha ebullición y pluralidad. Un cambio de época. Había todavía ruido de sables. Un año después llegaría el golpe de estado de Tejero. No era fácil interpretar el sentido ideológico y sentimental mayoritario. Había, sí, ganas de pasar página, pero sin hacernos daño. Pujol, pues, acertó y, en un panorama fragmentado, se situó a la cabeza, con un 27,8% de los votos. Fue investido con los votos de la centrista españolista UCD (10,6%) y la nacionalista catalana ERC (8,9%).

Cuando hace poco más de un año, en mayo del 2024, el PSC de Salvador Illa ganó las elecciones al Parlament, el panorama catalán también era confuso, con el post-Proceso coleando e irresuelto y una España convulsa e inestable. Illa obtuvo prácticamente el mismo apoyo que Pujol en 1980: 27,9% (una décima más). Y fue investido con los votos de ERC (13,6%) y de Comuns (5,8%). ERC y Comuns suman el 19,4% de los votos (una décima menos que la suma de la UCD y ERC en 1980: 19,5% de los votos).

¿Qué centralidad catalana ha abrazado Illa? Como Pujol, con quien comparte un cristianismo practicante, también una de pragmática y posibilista. La de un progresismo y catalanismo moderados. Su fórmula ideológica es la de una izquierda liberal (garantizar el estado del bienestar, hacer pedagogía a favor de los impuestos, apostar por la generación de riqueza) y la de una Cataluña plural en una España federal. Podemos decir que ha aprendido la lección de dos grandes fracasos. Por un lado, el fracaso de los Ciudadanos de Rivera y Arrimadas, que en algún momento había parecido que decantaría el PSC hacia el lerrouxismo: la desaparición de Ciudadanos ha convencido a Illa de que en Cataluña el españolismo acaba siendo siempre muy de derechas. Por otro lado, el fracaso del independentismo, que le ha confirmado en su apuesta por fortalecer Catalunya dentro de España.

La centralidad de Illa, pues, es parecida a la del catalanismo de los orígenes, el de hace más de un siglo: regeneración democrática, estado del bienestar (entonces no se llamaba así), progreso económico, reforma de España, crecimiento del autogobierno catalán, fortalecimiento del idioma catalán (sin renunciar al castellano). En realidad es el propio programa de Pujol, aunque la retórica y los acentos de uno y de otro sean diferentes. Pujol practicaba un discurso sobre todo identitario y nacionalista; Illa articula un discurso sobre todo social, económico y de gestión. Pese a su debilidad de entonces y ahora, ERC condicionó el primero y está condicionando el segundo. Pero hay una diferencia clave: Pujol tuvo que hacer frente a una oposición socialista fuerte, mientras que Illa de momento tiene en la oposición un Junts poco consolidado (con Puigdemont en el exilio) y la ventaja de poder presentarse como freno y antídoto a las ultraderechas ascendentes (Vox y Aliança).

Con los míticos Companys y Macià, hay pocos paralelismos. Demasiado audaces y arriesgados. ¿Pero qué tiene Illa de Tarradellas, de Cambó o de Prat de la Riba? De los tres, la vocación de poder. Podemos asimilarlo al Tarradellas final, el que huye del nacionalismo catalán y hace suya la España progresista, y también, quizás, a su voluntad de persistencia, de continuidad. De Cambó le podemos atribuir la profesionalización política –el líder de la Liga fue el primero en España en crear una maquinaria moderna de partido–, la ambición de ir hacia un país de primera división y la idea de "Cataluña afuera". ¿Y de Prat de la Riba? La voluntad de sumar sensibilidades diversas, sin sectarismos, en una gestión moderna e innovadora de la administración.

Pujol estuvo 23 años en el poder. Veremos cómo le va a Illa.

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