Presupuestos y ratios educativas

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Una profesora impartiendo clase en una aula de jóvenes.

Es una buena noticia, que tenemos que celebrar, el aumento del presupuesto en educación en Catalunya. Llevamos demasiados años bajo mínimos en la inversión pública en el mundo educativo. El cuerpo docente está cansado, cansado de poner más esfuerzos. La pandemia también ha pasado factura. Es tan cierto que ha habido compromiso como que ha habido desaliento. Escribo estas líneas después de leer el testimonio de una profesora de secundaria: “A veces nos abruma el desaliento cuando entramos por la puerta del instituto. No es políticamente correcto decirlo, ni gusta oírlo, pero es una realidad existente que hay que abordar si queremos avanzar hacia un sistema educativo mejor”. (Teresa Terrades, en El Diari de l'Educació).

Es tal vez este desaliento o sentimiento de agobio por la falta de tiempo y de recursos el que ha provocado el fuerte aplauso al anuncio de la reducción de ratios. El próximo curso se quiere pasar de 25 a 20 alumnos por clase a P3 y se irá desarrollando el proceso en los próximos años en todas las clases de todas las escuelas para llegar a un máximo de 20 alumnos por aula. Es cierto que cuando se les pregunta directamente sobre presupuestos la respuesta de la gran mayoría de los docentes (85%) es que hay que invertir en la reducción del número de alumnos por aula contratando a más profesorado (TALIS 2018).

En política educativa, aun así, no basta con la percepción y el valioso sentido común del maestro. La economía de la educación dice que con invertir no hay bastante, sino que hay que invertir bien y evaluar siempre el coste-beneficio. La reducción de ratios ¿nos ayudará a salir de la emergencia educativa? Un reportaje publicado en este diario presenta los datos de un estudio interno del Consorci d'Educació de Barcelona que evidencian las altas tasas de repetición y su desastroso impacto en el abandono escolar de los jóvenes más vulnerables. ¿Cómo sabremos si reducir las ratios servirá para que los alumnos dejen de abandonar los estudios? ¿Cuál será el impacto a la hora de reducir la repetición en la ESO? ¿Cómo mejorará la educación?

Lo primero que hay que aclarar es de qué estamos hablando. No hay que confundir la ratio alumno-aula con la ratio alumno-profesor, puesto que miden características muy diferentes del sistema educativo. Catalunya es uno de los países europeos con unas ratios de alumnos por unidad más elevadas en la secundaria y ligeramente por encima de la media en la primaria. La bajada demográfica es la razón de la tendencia decreciente hasta llegar a 22,4 alumnos en el segundo ciclo de infantil. En la secundaria, en cambio, la ratio no ha parado de crecer y se encuentra en un 28,5. Si miramos, sin embargo, el número de alumnos por profesor en Catalunya (12) nos encontramos por debajo de la media de la Unión Europea. Esto quiere decir que, a pesar de que el esfuerzo financiero que hacemos en educación es muy inferior a la media europea, en cuanto al profesorado estamos en un nivel relativamente medio. Un número de estudiantes menor por profesor es considerado un indicador de que el sistema educativo invierte más recursos humanos y tendría que ser indicador de calidad educativa. Aun así, tener un sistema infradotado en otros ámbitos de la educación que no son el número de profesores acaba afectando la calidad de la enseñanza.

No tenemos datos propios de nuestro sistema que identifiquen una correlación entre la disminución de ratio y el rendimiento de los alumnos. La evidencia de la investigación internacional sugiere que la reducción de ratios puede tener impactos positivos cuando se aplica en centros con alumnado desfavorecido socioeconómicamente. ¿Por qué, pues, tenemos que hacerlo en todas partes por igual? Los alumnos más vulnerables son los que más sufren el desaliento o la falta de profesorado cualificado. Y si aquello que se persigue es la transformación educativa, ¿por qué damos por supuesto que cada docente estará siempre con el mismo número de alumnos y que estos alumnos serán siempre los mismos? En otros países como Canadá o Finlandia los docentes pueden tener, en un momento del día, un grupo de 20 y, en otros, 120. También lo hacen aquí los centros innovadores. Si continuamos midiendo la ratio como si fuera constante a lo largo del día continuamos pensando en la lógica caduca de un docente y un grupo clase.

No tenemos datos propios, repito. Y estamos en la era de la elaboración de políticas educativas basadas en la evidencia. Los responsables políticos se enfrentan a la presión de utilizar la evidencia de la investigación para informar de sus decisiones. Los líderes educativos en otros países tienen que aplicar políticas y estrategias que se han demostrado eficientes para mejorar los resultados de los alumnos. En Catalunya todavía tenemos bastante camino por correr, porque si estuviéramos en una cultura como la anglosajona las decisiones presupuestarias tendrían que presentarse en términos de medida y evaluación de impacto. Cuando los recursos son limitados hay que priorizar, y en un contexto de pandemia todavía más. Bajar las ratios por todas partes es muy costoso y puede hipotecar el presupuesto para futuras políticas educativas.

Anna Jolonch es doctora en Ciencias de la Educación
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