Uno de los mensajes más potentes de la campaña de Trump ha sido el que clama contra los males de la inmigración: no sólo nos toman el trabajo, sino que incluso se comen nuestras mascotas. Pero, por absurdo que suene, ese discurso no es exclusivo del excéntrico presidente americano. Lo hemos sentido mucho más cerca, con Vox o Aliança Catalana. Todos ellos han captado la idea de que, cuando a una sociedad se extiende la desconfianza, la gente se siente atraída hacia líderes fuertes que identifican a un enemigo con cara y ojos. Y si tiene la piel de otro color, es aún más fácil señalarlo. La inmigración se ha convertido en el perfecto blanco de todas las frustraciones. Pero, ¿realmente los inmigrantes nos toman el trabajo o hay algo más que hay que entender?
Una mirada a los datos más recientes sobre nuestro mercado de trabajo nos muestra que las personas inmigrantes, a pesar de tener niveles educativos similares a los de la población autóctona, tienden a tener empleos más precarios, con un menor salario y más temporalidad. ¿Significa esto que hay discriminación en el mercado laboral? Son muchos los investigadores que han intentado comprobar si existe o no discriminación racial enviando dos CV idénticos en los que sólo varía algún dato sobre el origen del candidato. Uno de los ejemplos más conocidos es el de la BBC: la solicitud de un tal Adam logró tres veces más entrevistas que su igual Mohamed. Esto también lo hemos visto en estudios en España, en la que los candidatos con fenotipos no blancos que indican una ascendencia no española tienen muchas más dificultades para conseguir un trabajo.
Esta discriminación tiene un impacto directo sobre las personas que la padecen. En uno reciente estudio, el Observatorio Español del Racismo y la Xenofobia (OBERAXE) ha analizado cómo las mayores tasas de abandono escolar prematuro, o de acoso escolar, así como la dificultad para encontrar un trabajo –con peores condiciones que las de un trabajo por a una persona nacida en España– se traducen en una diferencia salarial de 500 euros al mes. Incluso haciendo el mismo trabajo, los trabajadores migrados cobran menos que los autóctonos, situación que afecta especialmente a las mujeres extranjeras.
Pero el impacto económico de la discriminación laboral por racismo va mucho más allá de los efectos directos sobre las personas que la padecen. También repercute en el conjunto de la economía. euros al año, el equivalente a un 1,3% del PIB español.
Desde los 90 España ha recibido a más de 8 millones de inmigrados. Y, según el Banco de España, en 20 años necesitaremos cerca de 25 millones más para sostener el mercado laboral y la seguridad social. Asimismo, todavía nos estamos recuperando de una gran crisis económica y de la inflación. Es un terreno perfecto para el crecimiento de actitudes discriminatorias que algunos líderes políticos aprovechan para sus discursos del miedo. Las redes sociales se han llenado de emociones negativas sobre los inmigrantes. Ya era hora de que los estudios nos enseñaran las razones positivas.