

Como economista, me parece impresionante lo que está ocurriendo en Aragón. Una tierra árida, con pocos recursos naturales, despoblada y lejos de los grandes centros de decisión, ha recibido en tan sólo tres meses más inversión que todo su PIB. Hablamos de 44.000 millones de euros en un trimestre. Y esto, después de los 40.000 del pasado. No es un error de cálculo: Aragón ha recibido inversiones por valor de dos veces su producto interior bruto en tan sólo quince meses.
No todo ese dinero se ha quedado, es cierto. Muchas de las empresas que ejecutan los proyectos son de fuera y están encargandolos al exterior. Pero sí se queda el cambio. Porque el capital arrastra decisiones, empleo, tecnología, infraestructuras. Y lo hace demasiado cuando encuentra tres cosas: espacio, estabilidad y visión.
Aragón no tiene excesivos recursos naturales, no es una gran capital, no vive del turismo y, salvo el Pirineo aragonés, es baldío y seco.
Su suelo es útil para plantas fotovoltaicas y el suelo se ha dedicado a centros logísticos y plantas de producción como la increíble fábrica de baterías que se está construyendo.
Sol y suelo.
Mientras otros miran al cielo pidiendo milagros, Aragón ha mirado a su suelo: seco, sí, pero disponible. Y le ha ofrecido al mundo con condiciones claras, agilidad administrativa y una estrategia que ha acertado la diana.
Esto es una lección. No hace falta tenerlo todo para conseguir mucho. A veces basta entender qué tienes, ponerlo en valor y saber a quién decírselo. En un país que todavía arrastra inercias centralistas y visiones nostálgicas del pasado, Aragón recuerda que el futuro se escribe con inteligencia más que con herencias.
Desarrollar un territorio no es una cuestión de suerte, ni tan siquiera de talento. Es una cuestión de intención. De poner incentivos, generar confianza y actuar con rapidez. De no lamentar lo que falta, sino activar lo que hay.
A menudo, en mis conferencias y cursos a directivos, insisto en la llamada paradoja de los recursos. Consiste en no utilizar tus carencias como impedimento, sino como base de las ideas, el principal elemento de inspiración. En lugar de decir: como me falta esto y lo otro, no puedo hacerlo, digo: ¿cómo puedo hacerlo con lo poco que tengo? Y esto explica que grandes logros de la historia hayan surgido de las ideas que se tienen a partir de las grandes carencias.