“Fue una periodista con mayúsculas. Suya fue la voz que nos enseñó qué fue la Transición a toda una generación”. En el cálido mensaje que dedicó el presidente del Gobierno a la memoria de Victoria Prego hay toda una lección política para entender la situación actual de España. Que quizá el presidente no sea muy consciente de ello no tiene la menor importancia; escasos son los dirigentes políticos capaces de mirar de reojo a la dirección histórica que les acompaña. Allende fue uno de los pocos que era capaz y por eso nos dejó frases inmortales poco antes de morir. Pero casi nadie es Allende y mucho menos Pedro Sánchez. ¿Le imaginan con casco y con fusil de asalto –regalo del rey de Marruecos–, junto a Bolaños, resistiendo en la Moncloa el bombardeo reaccionario para defender no ya a la democracia española amenazada, sino algo de importancia aún mayor: el honor de su señora? Un consejo de cuarentón a cincuentón: mi mujer me enseña cada día que, en este cruel siglo XXI, el machirulismo –en especial el más amoroso y bienintencionado– acaba casi siempre en el mayor de los ridículos. Si en el super algún facha nos mira mal siempre me sururra “amor, no vayas a encararte con él, por favor... Que te quiero mucho y nada me dolería más que verte hacer el ridi”. Quizá es lo que le dijo Begoña a Pedro después de leer la carta en las redes sociales: “Cari, por favor, no hagas el ridi, que yo ya sé que me quieres mucho y preferiría no pasar por esto”.
Pero volvamos a Prego y a la lección de Sánchez. Gracias a Victoria, con bien de mayúsculas –toma chuletón con mayúsculas Garzón, que diría Willy Veleta–, Pedro Sánchez entendió la Transición. No la entendió gracias a Javier Tusell, ni gracias Charles Powell, ni gracias a Juan José Linz y mucho menos gracias Gregorio Morán. Pedro y toda una generación entendieron la Transición gracias a Victoria Prego. Primera lección: La Transición, amigues, es ante todo un discurso periodístico.
El tuit-obituario de Sánchez se producía poco después de las interminables jornadas de reflexión de un presidente acorralado por la derecha mediática y pocas horas antes de anunciar en un mitín su disposición de enfrentarse a Feijóo, a Abascal y a la máquina del fango. Le faltó agarrarse los huevos como su amigo Rubiales y decir: “agarrad de aquí”. Menos mal que Begoña debió de decirle que agarrarse el paquete ya no es sexi como antaño.
Pero sigamos, al tiempo que el Cid Sánchez declaraba la guerra a la máquina del fango, su amigo Feijóo –con el que sigue pretendiendo pactar la renovación del CGPJ– escribía una tribuna en El Español, en El Confidencial y en OK Diario sobre, atención, “la libertad de prensa”. Prego debe estar maldiciendo a Dios por no dejarle unas semanas más en este mundo. Segunda lección política: el gran tema político del presente es, redoble de tambores, el periodismo. Y con ello, todos los consensos de la Transición y del sistema político del 78 (que siempre han sido básicamente un discurso periodístico) se tambalean. ¿Quieren otra prueba? El punki con cresta roja del que todo el mundo habla en las redes no ha pasado a la historia por montar una orgía en el Viña Rock (pocas cosas hay tan boomer como una orgía) sino por haberle dicho a Ana Rosa y a buena parte de los medios de comunicación que son un pedazo de estiércol. Tiene más conciencia histórica ese nuevo héroe de la clase obrera que toda la Asociación de la Prensa de Madrid.
¿Saben lo que pasará cuando Sánchez se vaya? Que el problema de la sucesión en el PSOE será un asunto menor en relación a la venta que haga Joseph Oughourlian de sus acciones de PRISA a algún grupo privado facha. Y entonces, adiós muy buenas al intelectual orgánico de la Transición y a los discursos periodísticos que dominaron durante décadas. Eso sí, se salvará Margarita Robles, que tendrá una columna semanal en El Debate de su queridísimo Bieito Rubido.