Suite ucraniana / ¿Pasaporte covid 'forever'?

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Suite ucraniana

Irène Némirovsky nació en Kiev y murió, a los 39 años, en el campo de exterminio de Auschwitz. Su familia había huido de Ucrania por la revolución bolchevique y se estableció en París. Allí se licenció en letras en la Universidad de la Sorbona y, enseguida, se puso a escribir novelas. Y no solo esto... Desde los días antes de la entrada de las tropas alemanas y ya con la ocupación nazi, Némirovsky iba escribiendo lo que era, casi, un dietario del éxodo de las familias que huían de la capital. Es el relato crudo que tiene la fuerza de una realidad descrita en presente. Con el tiempo, aquel manuscrito de Suite francesa que dejó en una maleta para que lo encontraran sus hijas supervivientes del Holocausto, es casi una acta notarial de los días más negros de la historia reciente. La escritora, minuciosa en los detalles y sin renunciar a una gran belleza literaria, narra una fuga que en un solo mes –junio de 1940– dejó la capital francesa en la mitad de los habitantes. Todo lo que se escribe en aquellas páginas es absolutamente exportable a lo que pasa hoy en su país. El éxodo de tres millones de ucranianos –a pie, en tren, en bicicleta–, empaquetando la vida en un fardo, afanándose por conseguir una magdalena o por unos litros de gasolina que los ayuden a escaparse de los tanques enemigos, parece una crónica escrita por ella. Como entonces, las imágenes de ahora nos muestran a mujeres que huyen con sus hijos mientras los maridos se han quedado a defender la ciudad. ¿Y la gente mayor? En 1940, Némirovsky explica cómo las familias olvidaban a los ancianos. En algunos casos habrían sido una rémora para marcharse con la agilidad requerida. En otros, preferían quedarse y aguantar lo que tocara. Ahora muy poca gente mayor vemos en la fuga de Kiev. La mayoría se han encerrado en casa. Aquellas personas que nacieron en la Unión Soviética, que entraron en la jubilación en Ucrania como estado independiente, ahora forman parte de un colectivo gigante, oculto e invisible. Les queda cuerda mientras les quede leña para calentarse. Y la profunda tristeza es que los hemos vuelto a olvidar. 

¿Pasaporte covid 'forever'?

Ya tenemos la Semana Santa a la vuelta de esquina y no nos daremos cuenta y ya estaremos en San Juan. Será el momento que, por primera vez en dos años, los alumnos de ESO, bachillerato y primeros cursos de universidad podrán hacer algún viaje que recuerde la antigua normalidad. Durante dos cursos consecutivos, la pandemia les ha robado salidas programadas a Italia, Irlanda u otros destinos habituales, relativamente cercanos, programados para la adolescencia. La cultura y una lengua extranjera siempre son buenas excusas para montar unas colonias en grupo. Pero de repente, cuando –este año, sí– las escuelas se han puesto a contratar itinerarios, autocares y aviones, se encuentran con un callejón sin salida inesperado: el pasaporte covid. La Unión Europea ha planteado que el uso de este pasaporte especial, que permite viajar sin restricciones, se prorrogue un año más, es decir, hasta el 30 de junio de 2023. Además, establece que el certificado covid caduque nueve meses después de haber recibido la pauta completa, si no se ha administrado una dosis de refuerzo. Hablando en plata, que hay que tener puesta la tercera dosis. Pero –¡mecachis!– resulta que a nuestros miles de adolescentes no está previsto que se los vacune con la dosis de recuerdo y, por lo tanto, se entra en una contradicción flagrante. En los meses de verano, cuando tengan que viajar, no lo podrán hacer porque tendrán el pasaporte covid caducado. ¿Por qué? A todos aquellos que tienen entre 18 y 25 años y se vacunaron cuando se lo dijeron les caducará el pasaporte en abril. A los chicos de 12 a 15 años que pasaron por el vacunódromo en las fechas estipuladas, en junio también les habrá caducado. En resumen, hemos entrado en una espiral absurda y está por ver que las autoridades sepan salir de ella. Al fin y al cabo, cada país actúa diferente y puede resultar –en el colmo de la estupidez– que una niña de Olot se pueda ir a Irlanda porque allí han quitado el pasaporte covid, pero no pueda aterrizar en el aeropuerto de Girona. Queda tiempo para resolverlo, pero no mucho. Conseller Argimon, ahora que tiene menos trabajo, haga algo para resolver este contrasentido. 

Xavier Bosch es periodista y escritor
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