El traidor

Carteles contra Puigdemont y Sánchez en la manifestación contra la amnistía
12/10/2023
3 min

1. Estado de situación. Como si estuvieran ya anticipando lo que va a pasar, mientras Sánchez va haciendo camino hacia la investidura, pidiendo al líder del PP “contención en el intento de agitar la calle”, Núñez Feijóo se ha vestido ya como jefe de la oposición, reclamando elecciones "para mejorar la convivencia y la situación política en España". Al mismo tiempo, las negociaciones para la investidura han entrado en fase de discreción, con las exigencias a la baja y sin ganas de ruido entre los interesados. ¿Falsas apariencias o lógica natural de las cosas? Las partes interpeladas –las que deberían renovar el mandato de Sánchez– parecen haber pasado de la fase de marcar perfil al momento de buscar los puntos de concreción posible. Como si se hubiera tomado conciencia de que romper la partida solo serviría para ir a peor.

La reacción de la derecha, reforzada por las pasiones patrióticas del viejo PSOE,al que Sánchez jubiló y nunca se lo han perdonado, y por algunos intelectuales orgánicos provenientes de la izquierda, ha tenido un efecto dramatizador que no ha ayudado a Feijóo. Las arengas patrióticas –España se rompe, el sistema democrático se hunde, es el fin de la convivencia, la patria está en peligro– que se despliegan en los medios españoles han culminado con la designación de un culpable principal: Pedro Sánchez. Dos ejemplos interesantes de esta tormenta, por ser quienes son sus firmantes: “Estamos en el chantaje de los enemigos de la concordia nacional y la unidad del Estado a un intervenido líder político que enmascara la avaricia del poder con el servicio a la comunidad” (Juan Luis Cebrián). El sanchismo es “como una carabela portuguesa, una falsa medusa, un conglomerado de organismos viscosos que se unen indisolublemente para sobrevivir, bajo una vela común por la que el viento los hace navegar, con unos finos tentáculos, que pueden llegar hasta los 50 metros y con los que descargan el veneno que aleja todo lo que creen amenazante” (Fernando Savater).

Esta criminalización no parece haber debilitado a Sánchez, sino que más bien lo habría reforzado. Basta con mirar el 23-J para entenderlo. ¿Por qué capotó al PP cuando parecía tenerlo todo de cara? Porque parte del electorado leyó la legitimación de Vox como una advertencia del autoritarismo posdemocrático que recorre Europa.

2. Contubernio. Mientras unos marcan barreras entre patriotas y traidores apelando a la restauración nacional, otros apuestan por la pacificación, por el retorno a la política, por crear las condiciones de reconocimiento mutuo y no la exclusión de los señalados como culpables. La sobreactuación de la derecha en un momento de deflactación ha tenido un efecto contrario al esperado. Por un lado, no deja de ser un reconocimiento del poder del independentismo; si les da tanto miedo, es porque existe. Por otro, ha dejado claras las opciones: la perpetuación de la estrategia que marcó Rajoy –la transferencia del conflicto a la judicatura– o la distensión necesaria para volver al terreno de la política, que no debería haber abandonado nunca. Y al mismo tiempo es exigente para el independentismo: lo obliga a saber realmente dónde está.

¿Qué ventaja tiene la amnistía, que resulta insoportable para la derecha? Que da reconocimiento a todas las partes y permite la incorporación de todo el mundo a escena. La función de la política es afrontar los problemas, no negarlos, y hacerlo democráticamente, no queriendo imponerse por la fuerza. La amnistía nos devuelve al campo de juego. Y por eso irrita al nacionalismo español, que niega la condición de nación en Catalunya y exige represión para quien levante bandera y aquellos sectores del independentismo que creen que la condición de nación da derecho a todo. Y todos sabemos que cuando la creencia se impone, la razón decae y la pérdida de la noción de límites es imparable.

Cuando Feijóo habla de contubernio (una expresión que nos lleva a la propaganda franquista de los años 60), cuando acusa a Sánchez de involución democrática por su intento de incorporar a todo el mundo en el juego; de acción reaccionaria por el hecho de reconocer a quienes tienen una idea diferente de España; y de fraude democrático, y con estos argumentos le reclama la repetición de elecciones, no aporta más que resentimiento a la escena. Y razones para votar la investidura de Sánchez. Sería hora de que se entendiera que la razón de la política democrática es encauzar los problemas por la vía del pacto y la negociación, con conciencia de las relaciones de fuerzas. Y no transferir a la justicia las responsabilidades de los gobernantes.

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