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UCI en el hospital de Levallois-Perret, en París, el 9 de abril de 2020.

En el aniversario del primer confinamiento para protegernos colectivamente del covid-19, es hora de balances y reflexiones. Desde la perspectiva histórica me parece muy útil y aleccionador compararlo con el precedente más parecido: la gripe de 1918. Fue la última gran pandemia mundial. De hecho, decimos de 1918 pero rebrotó y se mantuvo hasta 1920. Con todo, la mortalidad más alta se produjo en 1918. No se sabe con certeza cuánta gente murió en todo el mundo de lo que se conoció como la gripe "española”, no porque viniera de España sino porque era en España, estado neutral durante la Primera Guerra Mundial, que se hablaba de ella abiertamente a la prensa. Los hechos en España alertaron a los otros países de que sufrían la gripe, pero con censura informativa. Se habla de entre cincuenta y cien millones de muertos, que, comparados con la población mundial de la época, representa entre un dos y un cuatro por ciento. El equivalente a la población mundial actual habría sido entre cien cincuenta y trescientos millones de muertos. Afortunadamente, nada que ver con lo que ha pasado a fecha de hoy.  Las reacciones de las autoridades han sido mucho más rápidas gracias a una información más globalizada y transparente. La reacción en términos de salud pública ha sido muy transversal y la reacción sanitaria y científica ha sido espectacular y ejemplar.  

Fijémonos en un caso muy cercano del cual tenemos buenos datos: lo que pasó en España. La gripe de 1918 produjo un exceso de mortalidad comparado con los datos de 1917 de doscientos treinta mil muertos, un 10,8 por mil más de tasa de mortalidad. La pandemia de covid-19 ha aumentado las defunciones del 2020 respecto a las de 2019 en ochenta y seis mil personas, un incremento del 1,8 por mil de la tasa de mortalidad. O sea, un impacto seis veces menor. A pesar de que España es uno de los países donde ha habido una mortalidad proporcionalmente más alta, nos tenemos que felicitar por la gran mejora en términos de salud pública comparado con hace cien años. 

¿Qué impacto económico tuvo la gripe de 1918?  Si miramos los mejores datos disponibles sobre el PIB a precios constantes, podemos comprobar que en España cayó un 1 por ciento. Al ser estado neutral, no sufrir el impacto directo del conflicto y ser el último año de la guerra, podemos considerar que es una estimación razonable de los trastornos económicos ocasionados por la pandemia de gripe. ¿Cuál ha sido, para el año 2020, la caída del PIB a precios constantes en España? Un 11,5 por ciento.  

El impacto del covid-19 en 2020 sobre la mortalidad ha sido mucho menor que el de la gripe de 1918. Como decía antes, seis veces menor. Pero el impacto económico ha sido muy superior, concretamente 11,5 veces más. ¡Qué paradoja! Un éxito sanitario y un fracaso económico. La comparación de las dos cifras –impacto en mortalidad e impacto en PIB– nos devuelve a la polémica que se ha vivido en todo el mundo desde el primer momento: ¿salud o economía? Sigue siendo el elemento que tensa todos los debates y que tiene, no podemos negarlo, resonancias políticas fuertes. En general, las derechas son más comprensivas con las exigencias de la economía y las izquierdas más comprensivas con las exigencias de la salud, con muchos matices por los dos lados, por supuesto.

Mirémoslo de otro modo: en 1918 la muerte de doscientas treinta mil personas (el 1,08 por ciento de la población española) representó una caída del 1 por ciento del PIB real. En el año 2020 la muerte de ochenta y seis mil personas (0,18 por ciento de la población española) representó una caída del 11,5 por ciento del PIB real. El impacto económico en 1918 era similar al impacto demográfico. En el año 2020 el impacto económico era más de sesenta veces superior: el 11,5 por ciento de coste económico dividido por el 0,18 por ciento de impacto demográfico.

Este multiplicador –más de sesenta– nos sintetiza el incremento de impacto económico en relación al incremento de impacto demográfico. Dicho con otras palabras: cuánto ha aumentado nuestra valoración de la vida desde el 1918 hasta el 2020. Es un coeficiente de multiplicación espectacular. 

En parte el incremento del valor de la vida se debe al hecho de que el PIB real per cápita se ha multiplicado aproximadamente unas diez veces, y nuestras vidas, en términos reductivamente económicos, son más valiosas: diez veces más de media. Pero también quiere decir que la apreciación de la vida, a igualdad de renta, es mucho más alta –más de seis veces–. El peligro de muerte se convierte en más amenazante y se movilizan muchos más recursos sanitarios para superarlo. Soportamos mucho menos no hacer mucho más por luchar contra el riesgo de muertr. La salud –la vida, en este caso– nos vale mucho más de lo que valía ahora hace un siglo. Más de sesenta veces más. No nos tiene que extrañar que cada vez gastemos más en salud y que exijamos a las autoridades públicas que gasten todavía más.

Albert Carreras es director de ESCI-UPF

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