Hacia el 4-M

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MadridCon bata blanca, tres sanitarias salen del centro de salud Abrantes, en el distrito de Carabanchel, donde hay una cola considerable. Interrumpen un acto de la candidata de Más Madrid, Mónica García, para protestar contra el abandono de las instituciones, después de siete meses manifestándose cada jueves porque faltan refuerzos. La inversión en sanidad pública es una de las principales promesas de las tres formaciones progresistas que se presentan el 4-M, pero en los distritos y municipios más humildes ven cómo las carencias más básicas se cronifican, gobierne quien gobierne. Son núcleos del sur y el este de Madrid que conforman el llamado cinturón rojo, tradicional feudo socialista donde las izquierdas se han volcado para intentar sacar del abstencionismo a parte de sus habitantes. Es la clave para vencer a Isabel Díaz Ayuso.

“El 4-M se decide en los barrios obreros”, se puede leer en una pancarta que Comisiones Obreras ha colgado de un puente que atraviesa la A-42, la autovía que conecta Madrid con los distritos del sur. En cada mitin de PSOE, Mas Madrid y Podemós se han oído los nombres de “Carabanchel, Villaverde, Usera, Vallecas, Alcorcón, Móstoles, Leganés, Getafe, Fuenlabrada, Parla, Corredor del Henares...” y se han priorizado esfuerzos. Como si de las elecciones en los EE.UU. se tratara –demócratas y republicanos seleccionan los estados en los que hay opciones y descartan los demás–, especialmente PSOE y Unidas Podemos han celebrado grandes eventos solo en estas zonas. Los mítines finales son la prueba definitiva de ello.

Es la evidencia de la dialéctica norte-sur que se vive y sufre en Madrid, con diferencias socioeconómicas que ponen cifra a las desigualdades [ver el gráfico]. “El nivel de renta es inferior, hay más tasa de paro, trabajos menos cualificados, menos nivel de estudios... La fotografía es conocida”, resume Vicente Pérez, portavoz de la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos de Madrid. En las elecciones autonómicas y municipales del 26 de mayo de 2019, la izquierda resistió, pero los últimos años el PP ha conseguido alguna alcaldía y el PSOE ya no domina como lo hacía en décadas anteriores. El cinturón rojo está perdiendo color.

Polígono de Cobo Calleja, en Fuenlabrada, que se ha convertido en un gran almacén de productos de fabricación china.

La periferia del sur y este de Madrid se empezó a caracterizar durante el desarrollismo franquista con el modelo económico del fordismo. Grandes fábricas de la industria del automóvil, ferroviaria, metalúrgica o metalmecánica dieron trabajo a locales e inmigrantes de otros puntos de España y estos núcleos empezaron a crecer con la construcción de viviendas de altura propias del paisaje obrero. 

Tal como explica el profesor de sociología de la Universidad Complutense y autor del libro Ciudad Periferia: el “fracaso” de la reconversión industrial madrileña, Pablo López Calle, estos municipios son los que han vivido de primera mano la terciarización de la economía y la deslocalización de las empresas. “El trabajador de cuello azul pasa a ser de cuello blanco”, sintetiza, para explicar cómo la industria se transforma en trabajos de logística y distribución. La reconversión implica también pérdida de puestos de trabajo y, progresivamente, la dejadez de estos polígonos.

A diferencia de los distritos y municipios del norte, el sur queda como un polo poco atractivo. De hecho, entre Villa de Vallecas y Rivas-Vaciamadrid está Valdemingómez, una gran incineradora. Luisa, de la Asociación de Vecinos Barrio Centro de Leganés y de Ecologistas en Acción, denuncia que continúa habiendo kilómetros de vertederos, como los había en los 80 en zonas que se convirtieron en barrios. Por ejemplo, en Zarzaquemada, cerca del centro comercial Parque Sur. Las grandes superficies forman parte, precisamente, del nuevo skyline del cinturón. “¿Por qué no se podría instalar, por ejemplo, la fabricación del vehículo eléctrico?”, se pregunta Jesús Santos, candidato de Unidas Podemos y teniente de alcaldía en Alcorcón.

¿Ascenso a la clase media?

A principios de siglo la bonanza económica propició altos niveles de endeudamiento que condujeron a un cierto ascenso social. En estos municipios industriales aparecieron barrios de casas unifamiliares, coincidiendo con grandes cambios demográficos: inmigración de fuera del Estado y transferencias de población como consecuencia del precio de la vivienda. López Calle cita una “contradicción” que se produce en Coslada: el Parque de Carlos Marx es un ejemplo del cambio urbanístico enfocado a la vida de clase media, y familias que se han trasladado ahora alquilan el piso obrero a inmigrantes rumanos.

“Tengo la sensación que vivimos una lucha de los últimos contra los penúltimos”, reflexiona Luisa, que ve en esto una posible explicación del auge de las tesis conservadoras. El adelgazamiento industrial también tiene un efecto electoral: si hay menos sindicalismo, hay menos movilización política, y esto las asociaciones de vecinos también lo están notando. El sentido de comunidad se pierde y tiene un efecto en la politización. 

Las voces consultadas coinciden en decir que el voto progresista es más exigente que el de la derecha y que esto pasa factura a quien siempre ha gobernado en estos municipios. “Mucha gente se queda en casa porque no le seduce la gestión que se ha hecho desde la izquierda”, admite el alcalde de Leganés, Santiago Llorente. “Soy autocrítico: algo no hacemos bien. Que la izquierda no vaya a votar significa que lo que transmitimos no lo sabemos hacer llegar”, añade el alcalde de Fuenlabrada, Javier Ayala, también del PSOE. Las carencias en transporte, equipamientos y servicios públicos perduran y la ciudadanía “no entiende de quien son las competencias”, apunta Santos.

El profesor de la Autónoma de Madrid José Rama tiene claro que hablar de cómo vota el cinturón rojo es “cada vez más complicado” y avisa que, como ha pasado en Francia, la derecha empieza a seducir a los que se sienten abandonados por la izquierda.

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